Mis Inquilinas
La vivienda se ha puesto imposible. Yo me metí en ello cuando creía que me lo podía permitir pero una mala racha laboral y la subida de las mensualidades hicieron evidente que no iba a poder pagar la hipoteca y comer a la vez. Así que no tuve más remedio que poner en alquiler dos de las habitaciones que tiene el piso. No era una idea que me entusiasmara pero con esos ingresos podría seguir pagando la casa. Soy un chico tímido y pensar en convivir con desconocidos se me hacía duro pero no me quedaba otra.
Vinieron varios interesados a ver el piso. Les enseñaba la casa, les comentaba las condiciones y les hacía algunas preguntas para conocerles mejor. Desde el primer momento les decía que había varios candidatos y que les avisaría si finalmente la habitación quedaba libre y eran los elegidos. Puestos a meter a un desconocido en casa al menos esperaba que fuera alguien que me transmitiera buenas vibraciones y con quien creyera que me iba a sentir a gusto. Luego la gente te sorprende pero al menos que la primera impresión fuera buena.
Tras un mes de entrevistas y mostrar el piso finalmente acepté a dos chicas como inquilinas. La primera, Carmen, era vendedora en una cadena de tiendas de videojuegos. Se le notaba pasión por su trabajo y congeniamos enseguida por tener gustos parecidos. Además, al igual que yo estaba a punto de cumplir los treinta. La otra, Patricia, era universitaria. Era su primer año estudiando medicina en una facultad cercana y me pareció una chica muy responsable y agradable pese a su juventud.
Cuando se enteraron mis amigos empezaron a hacer bromas de que era un pervertido, que qué bien me lo montaba y lo listo que era. Honestamente, en ningún momento se me había pasado por la cabeza que fuera a tener algo con ellas y no las seleccioné pensando en eso. A decir verdad no suelo tener demasiado éxito con las mujeres, he tenido alguna novia que otra pero normalmente las que me gustan me consideran un amigo y no quieren nada más. Soy el típico tío en el que confían y les cuentan todo pero que luego se desnudan para otros. Así que seleccioné a mis inquilinas por su personalidad y no por ser mujeres.
Las chicas se mudaron a casa y poco a poco empecé a acostumbrarme a la convivencia. Al principio se me hacía raro el no estar solo por el piso pero parece que acerté en las entrevistas y resultaron ser muy agradables y enseguida me sentí cómodo con su compañía. Con Carmen conecté enseguida, nuestra afición mutua por los videojuegos nos dio un tema de conversación con el que romper el hielo y pronto empezamos a jugar juntos online. Patricia resultó ser una chica muy espontánea, si bien al principio no lo dirías viendo lo responsable que era con los estudios y el esfuerzo que les dedicaba cuando cogía confianza soltaba los comentarios más divertidos en el momento en el que menos te lo esperabas.
Apenas había pasado un mes y ya me sentía como que había vivido toda mi vida con ellas. Su presencia daba una alegría a la casa que no sabía que me faltaba hasta ese momento. Solíamos hacer vida en común por las tardes-noches, cenando juntos y luego viendo en la tele alguna serie mientras nos contábamos nuestro día o jugando videojuegos Carmen y yo mientras Patricia estudiaba.
Por supuesto, todas las historias erótico festivas que se imaginaban mis amigos eran solo eso, imaginaciones. Por mucho que conviviera con dos chicas eso no quería decir que me pasara el día viéndolas desnudas. Lo más sexual que me pasaba era ver y tocar sus sujetadores y bragas cuando hacía la colada. Reconozco que al principio me daba un poco de morbo cogerlos para meterlos en la lavadora y colgarlos para secar. Solía imaginármelas con ellos puestos e incluso miré la talla de tetas que tenía cada una de mis compañeras. Las de Patricia eran medianas y no abultaban mucho acordes a su cuerpo pequeño y delgado de muñeca, las de Carmen eran bastante más grandes y al ver la talla y la copa me sorprendí ya que con las camisetas frikis que suele ponerse no se le nota salvo con alguna concreta que es un poco más ceñida.
Pero incluso eso al cabo de un par de meses se convirtió en rutina y llegó un momento en el que ya había visto toda su colección de ropa interior y me resultaba indiferente el poderla tocar cada semana. De hecho, si no fuera porque el baño estaba inundado de productos de aseo e higiene femenina, no notaría diferencia a convivir con hombres. Aunque bueno, reconozco que prefiero hacer la colada de bragas y sujetadores ajenos que de calzoncillos. Así que los comentarios de mis amigos pasaron de lo bien que me lo había montado a lo pringado que era por vivir con dos chicas y no ver ni media teta en tres meses juntos.
Aun así siempre ocurre algo que rompe la rutina. Un día cuando volví a casa del trabajo me resultó extraño encontrarme que la puerta no estaba cerrada con llave. Patricia iba a estar en la universidad haciendo un trabajo y Carmen salía tarde de la tienda de videojuegos por lo que tenía que haber sido el primero en llegar. Entré preguntándome si Carmen se habría olvidado de cerrar la puerta o si Patricia había decidido estudiar en casa cuando escuché unos ruidos que venían de las habitaciones.
Al acercarme por el pasillo identifiqué los ruidos como sollozos y que venían de la habitación de Carmen. Al asomarme a la puerta me la encontré tirada en la cama llorando.
– ¡Carmen! ¿Qué te pasa? – pregunté preocupado mientras me sentaba en el borde la cama y le ponía una mano en el hombro.
– Esos hijos de puta – empezó a contarme a trompicones. – Me han despedido.
– ¿Qué? – mi sorpresa era mayúscula, – ¿Pero qué ha pasado?
– Que han cogido a otra, que no tiene ni puta idea, pero como es amiguita del dueño pues ale, yo sobro – me contó amargada.
– ¡Pero serán cabrones! – grité indignado. – Si eres la única que entiende del tema en esa tienda.
– Pues ya ves, eso no cuenta para nada.
Estuve hablando con ella hasta que se tranquilizó un poco y dejó de llorar. Después se abrazó a mí buscando un poco de consuelo, se le notaba que se sentía muy mal consigo misma. No era lo más apropiado en ese momento pero no pude evitar notar cómo sus tetas grandes se aplastaban contra mi pecho. No tenía muchas oportunidades de comprobar su tamaño y esa era una de las primeras veces que pude apreciarlas. Sintiéndolas apoyadas contra mí le acaricié su media melena e intenté decirle algo que la calmara un poco.
La vida de Carmen había cambiado de un día para otro y de manera injusta. A los pocos días empezó a buscar un nuevo trabajo pero no conseguía encontrar nada. Hizo un par de entrevistas pero no la volvieron a llamar. Al cabo de unos meses estaba ya un poco desesperada. Todo lo que intentaba no daba frutos y no sabía ya dónde más echar el currículo.
Un día por la tarde vino a mi habitación mientras Patricia estaba en la universidad.
– Oye Borja, tengo que contarte una cosa – me dijo un poco apurada.
– ¿Qué pasa Carmen? – pregunté dejando el libro que estaba leyendo.
– Verás, no me queda mucho de paro y bueno, ando mal de pasta. Creo que no voy a poder seguir pagándote el alquiler.
– No te preocupes por eso, puedes ahorrártelo hasta que encuentres algo. Todo lo que haces en la casa ahora que pasas el día aquí, las limpiezas, la cocina… Eso es trabajo no remunerado – le contesté. Aunque era mi inquilina con los meses se había convertido en una buena amiga, no iba a echarla porque no pudiera pagar. Tendría que hacer un esfuerzo con mis ahorros hasta que ella encontrara algo.
– Ya pero, no sé, no me siento cómoda viviendo gratis aquí pagándome tú mi parte.
– Eres mi amiga, Carmen, ya volverás a encontrar trabajo y podrás pagar. No te preocupes hasta entonces.
– Te lo agradezco de verdad, pero es que quiero sentir que estoy pagando algo porque me dejes vivir aquí. No me gusta sentir que debo favores ni que me regalan cosas. Yo me gano las cosas – me dijo con firmeza. – Así que había pensado, bueno, como desde que te conozco no has tenido pareja y pues que eso…
– ¿Sí…? – Parecía que a Carmen le costaba terminar la frase y me preguntaba a donde quería llegar con eso.
– Bueno, pues que había pensado que para pagarte el alquiler mientras no tenga dinero podría hacerte una mamada a la semana. Como compensación – me dijo poniéndose totalmente roja.
– ¿Qué, qué? – no me podía creer lo que estaba oyendo. ¿Mi amiga me estaba ofreciendo sexo a cambio del alquiler?
– Sí, como pago. No sé, si te parece bien claro – me contestó.
– Pero no puedo pedirte que hagas eso – le dije ya que aunque me ponía mucho la idea y Carmen me atraía sentía que era aprovecharme de la situación. – No quiero que te sientas obligada a hacer algo así porque no tengas dinero para pagar.
– No es por obligación – me explicó. – He estado pensando estos días que podría hacer como pago alternativo. Y eres un tío que te mereces más y no la mala suerte que tienes con las mujeres y que como llevas tanto sin sexo, pues seguramente sería algo que disfrutarías y que no me importaría hacerte. No sé, si te parece desagradable pienso otra cosa…
– Para nada es desagradable – le dije sinceramente. Mi polla ya se había activado algo solo con la idea. – Es que no me gustaría que pienses que te echaría si no me haces algo así y que luego ponga las cosas raras entre nosotros. Eres una buena amiga y te dejaría estar sin recibir nada a cambio. ¿Tú estás segura de querer hacerme eso?
– Sí, Borja. Estoy segura y no se va a poner nada raro. Solo van a ser mamadas, nada más. Me gustaría pagarte chupándotela si no te importa – me aseguró mirándome fijamente.
– Está bien, si estás tan segura. Supongo que podemos probar.
Carmen se acercó a mí. No me esperaba que el podemos probar quería decir que lo fuera a hacer en ese momento. Yo estaba sentado en la cama donde había estado leyendo el libro hasta que entró mi compañera. Carmen se sentó a mi lado y entendiendo sus intenciones me recosté un poco. Sus manos se dirigieron al pantalón de mi pijama y pensándoselo un momento me lo bajó. Me quedé en calzoncillos delante de ella y un bulto se marcaba en ellos. Era el momento decisivo. Carmen podía irse y no habría pasado nada. Si me los quitaba ya no habría vuelta atrás. Mi compañera me bajó los calzoncillos con decisión. Mi pene quedó al aire. Estaba ligeramente morcillona y la miré a los ojos comprobando que me la estaba mirando. Era la primera vez en los meses que habíamos vivido juntos que uno veía desnudo al otro.
– Es bonita – me dijo con una sonrisa.
– Lo dices por cumplir – contesté. No creía que mi pene le pudiera parecer atractivo.
– Te lo digo en serio – me aseguró.
Carmen no dijo mucho más pues a continuación se agachó sobre mi entrepierna y sin previo aviso se metió mi polla en su boca. Noté cómo su lengua me humedecía el miembro e inmediatamente tuve una erección al sentir su contacto. Mi polla creció y se endureció ocupándole la boca a mi compañera.
– Parece que te ha gustado – me dijo sacándosela un momento. – Se te ha puesto enorme.
Mi amiga empezó a lamerme toda la polla, desde los testículos hasta la punta y se la metía y sacaba de la boca a la vez que jugaba con la lengua. No lo hacía mal pero me daba la impresión de que Carmen no había hecho muchas mamadas en su vida por lo que le daba más valor aun a que estuviera dispuesta a hacer eso como pago. Yo llevaba como un año sin sexo y en ese momento me encontraba en la gloria. Sentía punzadas de placer con cada lametón que me daba mi amiga. Sentía la necesidad de agarrarle una teta, de comprobar cómo de grandes las tenía debajo de esa camiseta de Samus Aran que llevaba, pero no me atreví por no ser parte del trato. No lo haría a menos que me dijera que le podía tocar las tetas. Por muchas ganas que tuviera me sentiría mal por abusar de la situación.
Carmen siguió mamando alternando el metérsela en la boca con lametones por ella. Me di cuenta que en ningún momento mi amiga me la había tocado con las manos, todo lo estaba haciendo con la boca. Resultaba curioso que no fuera a sentir sus manos en mi polla.
No tardé mucho en notar que me corría. Tanto tiempo sin sexo y el morbo de la situación no me permitió durar demasiado.
– Me voy a correr, Carmen. Tienes pañuelos en la mesilla – advertí para que cogiera un pañuelo para no manchar.
– No hace falta – me dijo sacándosela un momento. – Puedes hacerlo en mi boca, recibir tu semen será la factura de que he pagado.
Escuchar eso fue demasiado para mí. No me podía creer que mi amiga quisiera recibir mi leche en su boca. Me corrí en cuanto volvió a comérmela y varios chorros salieron disparados hacia su garganta. Aguantó como una profesional hasta que terminé de descargar y tras enseñarme cómo su boca estaba llena de mi corrida se la tragó. Me dio un par de lametones más para limpiarme la polla y volvió a subirme los calzoncillos y pantalones.
– ¿Te ha gustado? – me preguntó.
– Muchísimo – contesté un poco aturdido.
– Me alegro – me dijo. – Me alegra que hayas disfrutado. A mí también me ha gustado.
– ¿En serio?
– Sí, me ha gustado notar que disfrutabas con lo que te hacía. Así siento que me he ganado el alquiler. Pues nada, el pago de esta semana ya está, la que viene otra – me dijo con un guiño saliendo de la habitación y dejándome confundido.
Los siguientes días transcurrieron sin novedad. Carmen y yo nos comportábamos como siempre, seguíamos jugando y hablando como si no hubiera pasado nada. A veces la miraba y no podía creerme que mi polla hubiera estado dentro de su boca unos días antes.
Llegó la siguiente semana y Carmen tal y como me había prometido vino a mi habitación y me hizo otra mamada. Yo estaba dividido entre el morbo de que mi amiga quisiera chupármela y la culpabilidad de sentir que lo hacía por pagarme y no porque yo le atrajera. Al igual que la otra vez se limitó a hacerme la felación sin desnudarse ella y cuando me corrí se tragó mi semen.
Pasaron unas semanas y Carmen cumplió cada una de ellas con su pago. Un día mientras limpiaba la encimera de la cocina tras hacer la comida entró Patricia. Noté algo raro en ella, como si hubiera estado dándole vueltas a algo y justo hubiera tomado una decisión.
– ¿Borja, puedo hablar contigo un momento? – me dijo con seriedad.
– Claro, Patri. ¿Qué sucede?
– Estuve hablando el otro día con Carmen sobre su situación y bueno, me contó el trato que ha llegado contigo para poder seguir pagando el alquiler.
– Ah, sí esto… – no me esperaba para nada que se lo contara a nuestra compañera de piso. – Carmen insistió. No quiero que pienses que la he obligado a ello.
– No, no, tranquilo – me dijo quitándole hierro al asunto. – Ya me ha explicado que ha sido idea suya y que te tuvo que convencer porque no lo veías claro.
– ¿Entonces…? – no sabía si simplemente quería contarme que sabía lo de Carmen o había algo más.
– Pues que no me parece bien – me dijo sin rodeos.
– ¿Y eso? Quiero decir, sé que no suena muy bien que me pague con sexo pero yo no se lo he pedido. Ha sido Carmen quien quería hacerlo, yo hubiera esperado a que encontrara trabajo.
– No, si que te pague haciéndote mamadas me parece bien – me sorprendió escuchar de alguien tan joven esos comentarios. – Pero me parece injusto que Carmen pueda pagar así y yo no.
– ¿Injusto? – no entendía nada.
– Sí, soy estudiante, no tengo ingresos. Mis padres me dan dinero cada mes pero se me va la mayor parte en el alquiler y los gastos de la universidad. A mí también me gustaría poder ahorrar ese dinero para no ir tan justa cada mes y poder darme algún capricho y aun así me sobre un poco para tener en momentos de necesidad.
– ¿Me estás diciendo que quieres pagarme como hace Carmen? – estaba flipando. Mi vida sexual es nula y ahora mis dos compañeras quieren hacerme mamadas.
– Eso es. Supongo que no tienes problema, ¿no? Si Carmen puede pagar así, yo también puedo dar el mes por pagado si hago lo mismo.
– Bueno, problema no, claro. Tienes razón que sería lo justo.
– Me alegro. Entonces es un trato. Yo también te voy a pagar así – ¿Trato? Decisión unilateral más bien. Había metido a las dos chicas en casa porque necesitaba ayuda económica para llegar a final de mes. Si ninguna me pagaba tendría que buscarme la vida de alguna forma. Pero no podía negarme si una universitaria quería chupármela.
Sin pensárselo dos veces Patricia cogió la goma que solía llevar en la muñeca y se ató el pelo en una coleta. Tiene el pelo rubio bastante largo y liso y de esa forma evitaba que le m*****aba para lo que iba a hacer. Vi cómo mi amiga se arrodilla delante de mí y sus manos se dirigían a los botones de mi pantalón.
Patricia solía vestir con prendas un poco escotadas. A diferencia de Carmen, ella era más de blusas, tops y otras ropas que dejaban parte de su piel al descubierto. Ese día llevaba una camisa con los botones superiores desabrochados y al estar yo de pie y ella arrodillada podía contemplar sin problema sus tetas. Mientras sentía cómo me bajaba los pantalones yo miraba el canalillo que se le formaba y la curva de la parte superior de sus pechos. Cuando me bajó los calzoncillos mi polla ya estaba completamente erecta.
– Parece que te entusiasma la idea – comentó divertida Patricia al ver mi polla endurecida.
– No puedo controlarlo – me justifiqué.
– Tenía razón Carmen, la tienes bien grande.
– ¿Habéis hablado de mi polla? – no me imaginaba a mis dos compañeras hablando de mi paquete. Y me parecía curioso, Carmen nunca me había comentado a mí nada sobre que le parecía grande.
– Sí, cuando me contó lo que hacía le pedí detalles.
Patricia me agarró la polla con la mano. Las tiene pequeñas y abarcaba la mitad de mi miembro. Tras masturbarme un poco con ella se decidió y se la metió en la boca. Enseguida me sorprendió, lo que no le entraba en la mano le entraba en la boca. Patri la tragaba casi entera y me la chupaba rápidamente. Nunca lo hubiera dicho por su personalidad y edad pero parecía que era una experta mamadora.
Desde mi posición disfrutaba viendo en primer plano cómo mi polla entraba y salía de su boca. Cuando se la metía lateralmente, a veces su papo se hinchaba. Patricia dedicaba tiempo a masajearme los huevos con la mano mientras me lamía todo el tronco. Me estaba poniendo a mil mientras disfrutaba viendo a través del escote cómo sus tetas se movían.
Nunca hubiera creído que un día una universitaria diez años menor que yo me fuera hacer una mamada pero ahí estaba mi compañera comiéndose mi polla como si no hubiera otra. La chica lo estaba haciendo muy bien y el placer recorría cada centímetro de mi miembro. Pese a que estaba ganando resistencia con las mamadas semanales de Carmen, la novedad y la técnica de Patricia hicieron que no aguantara más que unos pocos minutos.
– Me corro, Patri.
– Vale. Ya me ha dicho Carmen que me lo tengo que tragar – me dijo como si fuera lo más normal del mundo.
Exploté enseguida y le llené la boca de semen. El masaje en los testículos había hecho que soltara más que otras veces. Mi amiga me enseñó la corrida en su boca y se la tragó. Tras eso se fue dejándome con la polla al aire en la cocina y sin creerme lo que me estaba pasando.
Patricia lo decía completamente en serio y a partir de entonces cada semana me hacía una mamada. Ellas hablaban abiertamente del tema entre sí y yo me encontraba satisfecho sexualmente de una forma en la que no lo había estado en la vida. Pasaba el tiempo y yo aun no me creía que me chuparán la polla dos veces por semana dos chicas diferentes. En esa casa desde entonces pagar el alquiler se convirtió en sinónimo de hacer una mamada. Incluso cuando en alguna serie o película salía una escena de felación decíamos que le iba a pagar el alquiler.
Normalmente para no coincidir las chicas se habían repartido los días en los que pagaba cada una. Carmen solía hacerlo entre semana pues estando en paro tenía libres todos y Patricia solía hacerlo los findes ya que la universidad le ocupaba bastante a diario. Pero un jueves de finales de abril estaba Carmen en mi habitación pagando el alquiler cuando de pronto entró Patricia. La miramos un poco sorprendidos ya que era la primera vez que una de ellas entraba cuando la otra pagaba pero Carmen no paró. A fin de cuentas, las dos me la han visto ya de sobra y saben lo que hacemos.
– Perdonad que interrumpa – se disculpo Patricia. – Pero me acaba de surgir un viaje este fin de semana aprovechando el puente del 1 de mayo y no voy a estar en casa para pagarte. ¿Te importa que te pague hoy? O pago dos la que viene si no tienes ganas.
– Lo que quieras – contesté mientras Carmen seguía lamiéndome la polla. – Puedes pagar ahora si quieres si a Carmen no le m*****a.
– Únete Patri, hay polla para las dos – dijo Carmen.
Sin dudarlo Patricia se hizo la coleta característica y se arrodilló junto a Carmen. Esta cogió mi polla y la movió hacia la boca de Patricia para que empezara a chuparla. Mientras lo hacía ella empezó a lamerme los huevos. Me incorporé ligeramente para ver bien cómo mis dos amigas me la chupaban a la vez. Nunca me había pasado algo parecido. Las dos chicas se pasaban mi polla la una a la otra y se iban turnando para metérsela en la boca. Cada vez que sacaban las dos lenguas para recorrer mi miembro yo tenía la expectación que en algún momento se tocaran o se besaran entre ellas. Pero supongo que veo demasiado porno y que en el mundo real no todas las chicas son bisexuales. Aun así la escena era demasiado morbosa y antes de que entrara Patricia ya llevaba un rato Carmen chupándomela por lo que pese a todos mis esfuerzos no pude más que alargar unos minutos la mamada a dos bocas.
– Me corro, chicas – advertí para que estuvieran preparadas para recibir mi corrida. Fue Carmen la que se metió la polla en la boca para que se la llenara con mi semen.
– Espera Carmen, no te la tragues – dijo Patri viendo que su amiga se iba a tragar mi leche de inmediato. – Que si yo no trago parte no me va a contar el pago.
– Bueno, tampoco hay que hacerlo siempre al pie de la letra – les dije.
Pero Carmen sin dudarlo se levantó y mirando a Patricia que seguía de rodillas empezó a dejar caer mi semen sobre su boca abierta. Contemplé cómo mi pegajoso líquido se deslizaba lentamente desde la boca de Carmen hasta la lengua de la joven universitaria. Cuando recibió suficiente las dos mostraron que tenían semen en la boca y se lo tragaron.
– Ha sido increíble, vaya morbo – les dije completamente satisfecho.
– Eres un pervertido – me dijo Carmen riéndose.
– ¡Pero si todo esto empezó como idea tuya! – me defendí.
Poco después de aquello por fin Carmen encontró trabajo. Tras siete meses encontró puesto como dependienta en una tienda de electrónica del barrio que acababa de abrir. Allí podía vender y atender dudas de ordenadores, videojuegos y cosas así. Vamos que estaba feliz y en su salsa.
Como volvía a tener ingresos le pregunté si quería volver a la normalidad de pagar las mensualidades del alquiler. Carmen me comentó que se había acostumbrado al pago alternativo y que prefería seguir así para ahorrar. No tuve más remedio que confesarle a mi amiga que ahora era yo el que iba justo de dinero. Al no recibir ningún alquiler había estado usando el dinero ahorrado para poder ir pagando la hipoteca. Fue la decisión más terrible de mi vida pero debía renunciar a las mamadas de mis compañeras de piso si quería poder pagar la hipoteca. Decidimos hablar con Patricia.
– Bueno Patri, lo que le comentaba a Carmen. Ahora que ella vuelve a tener ingresos necesitaría que volviéramos a pagar con dinero o si no voy a poder hacer frente a la hipoteca. He disfrutado mucho con el pago alternativo pero la realidad se impone.
– Y tanto que has disfrutado – se rió Carmen. – No he tragado más semen en la vida.
– Os lo agradezco chicas, ha sido increíble. ¿Te importa volver al alquiler normal, Patri? – pregunté.
– ¿Qué te parece una mezcla? – preguntó la universitaria. – Pagamos medio alquiler y una mamada cada dos semanas. Así puedo ahorrar algo.
– Mmm – hice los cálculos mentalmente. Con medio alquiler de cada una me daba lo justo para pagar todo sin gastar nada de lo que tenía acumulado en el banco. No podría ahorrar más pero al menos no perdería las mamadas. – Vale, pero si las mamadas las hacéis sin camiseta – contranegocié.
– Jaja, serás pervertido – dijo Carme. – Así que quieres vernos las tetas.
– Bueno, o en sujetador. Pero veros algo, es que siempre completamente vestidas y yo con la polla al aire pues me quedaba con las ganas – me justifiqué.
– Vale, por mí sin problemas – contestó Carmen.
– Yo acepto también. No me importa que me veas en sujetador – dijo Patricia. – Me voy a estudiar, Carmen hablamos para alternarnos semanas en el pago.
– ¿Por qué no me has dicho nunca que querías verme sin camiseta mientras te la chupaba? – me preguntó Carmen una vez que nos quedamos solos.
– No sé, supongo que no me atreví la primera vez luego como siempre hacíamos lo mismo me parecía abusar el pedirte que hicieras algo más.
– Mira que eres tonto. No me hubiera importado.
Mientras lo decía, Carmen se sacó la camiseta de Rayman que llevaba puesta dejándome verla por primera vez solo con el sujetador. Sus tetas realmente eran del tamaño que decían las etiquetas. El sujetador ya lo había visto haciendo la colada, era completamente negro y con encajes en la parte superior de la copa. Le realzaba las tetas de forma espectacular. Se le formaba un canalillo tremendo entre las dos tetas y el volumen que sobresalía por encima de cada copa era increíble. Mis ojos no podían despegarse de semejante maravillas.
– ¿Te gustan mis tetas? – me preguntó al darse cuenta de que no podía apartar los ojos de ellas.
– Ya lo creo. Son fantásticas – dije con sinceridad.
– Pues te reto a un duelo – me dijo imitando la frase de un anime de nuestra juventud.
– ¿Cómo?
– Jugamos una partida a algo. Si ganas tú te enseño las tetas, si gano yo me invitas a cenar. El juego lo elijo yo.
– Trato hecho.
El juego elegido fue Mario Kart. Carmen puso la consola y dándome mi mando seleccionó las reglas. Una copa a cinco pistas aleatorias. Quien se llevara el trofeo ganaba. Escogimos a nuestros personajes habituales y empezamos a jugar. Mi amiga ni se m*****ó en volver a ponerse la camiseta. Nos sentamos juntos en el sofá ella vestida solo con el sujetador.
Las primeras cuatro carreras nos repartimos dos victorias cada uno así que todo se decidiría en la última. Cuando la pista escogida apareció en pantalla se me iluminó la cara. Era una de mis favoritas, un circuito sacado de la primera edición del juego cuando yo era un crío y que se me daba especialmente bien. Enseguida cogí la delantera y aunque Carmen iba segunda tratando de detenerme lanzándome todo lo que encontraba yo le sacaba tiempo en cada vuelta. Pero como suele ocurrir en este juego y en ese momento maldije a los programadores más que nunca justo cuando veía la línea de meta al fondo apareció el aviso de una maldita concha azul. Es decir, que el que va primero se jode. Me impactó a un paso de cruzar la línea de meta y en el tiempo en el que mi coche se recuperaba y volvía a arrancar Carmen me adelantaba ganando ella la carrera.
– Jajaja, ¡me debes una cena! – gritó Carmen.
– Es lo más injusto que me ha pasado nunca con este juego – me quejé amargamente. Por un maldito segundo me iba a perder las tetas de mi amiga.
– Este juego siempre lo es.
Carmen se levantó y guardó los mandos tras apagar la consola.
– Oye Borja – me dijo dándose cuenta de lo decepcionado que me había quedado.
– ¿Qué?
– Mira.
Sin entender de lo que iba a hacer me fijé cómo sus manos se dirigían a su espalda y de pronto escuché el sonido inconfundible de que había soltado el cierre del sujetador. Con dos rápidos movimientos se quitó los tirantes y se quedó con el sujetador en la mano. Sus dos enormes tetas quedaron al aire para que pudiera contemplarlas. Tenían más volumen de lo que me había llegado a imaginar y sin el sujetador caían un poco. Estaban coronadas por dos grandes areolas oscuras.
– Guau – acerté a decir.
– Te gustan, ¿eh?
– Son perfectas.
– Bueno, vete pensando a dónde me llevas de cena. Que sea un sitio elegante – me pidió.
Carmen se puso la camiseta directamente sobre sus tetas desnudas y con el sujetador en la mano se fue a su habitación. Yo me quedé una vez más sin comprender bien qué había pasado. Empezaba a sospechar que estaba interesada en mí pero entonces no entendía que le pareciera bien que hiciera nada con Patricia. Yo notaba que empezaba a sentir por Carmen algo más que amistad pero bueno, si como me solía ocurrir me quedaba una vez más como un simple amigo al menos seguiría recibiendo una mamada cada semana de mis compañeras de piso y además en sujetador. Y con esos pensamientos me dirigí a mi habitación a buscar un restaurante a donde llevar a Carmen y pensando quien de las dos chicas sería la primera en hacerme la mamada sin camiseta.
Me costó hacer la reserva. Quería llevar a Carmen a un restaurante del puerto que es bastante bueno pero casi siempre está completo. Por fortuna pudieron hacerme un hueco para la noche del viernes. Avisé a mi compañera que reservara el día para que pudiera pagarle la apuesta perdida. Nuestra relación seguía sin cambios. Bromeábamos como siempre y continuábamos jugando y viendo series juntos por las noches. Sin embargo yo no podía dejar de recordar cada vez que la miraba la imagen de sus tetas desnudas.
Cuando Carmen llegó el viernes de trabajar se encerró en su habitación diciéndome que se tenía que preparar para la cena. Al principio no me imaginaba a que se refería, el restaurante aunque es bueno no obliga a ir de etiqueta y a ella nunca la he visto vestida con nada que no sea ropa informal. Así que cuando salió de su cuarto lo que menos me esperaba era verla con una blusa escotada que se le ceñía a las tetas, unos pantalones que para variar no eran vaqueros y los ojos pintados.
– ¿Qué? ¿No me vas a decir lo buena que estoy? – me preguntó con ironía.
– ¿Eres tú Carmen? ¿O su gemela malvada?
– La Carmen del universo alternativo, por supuesto – contestó guiñándome un ojo.
– Estás increíble.
– Venga, vamos yendo, que hoy pagas tú.
Mi casa no está muy lejos de la zona marítima de la ciudad así que aprovechando que empezaba a hacer calorcito ya que se acercaba el verano fuimos dando un paseo hasta el restaurante. Mientras charlábamos pensé en que probablemente era la primera vez que salíamos los dos juntos. Aunque en casa hacemos mucha vida diaria, mamadas aparte, luego los fines de semana solemos quedar cada uno con su grupo de amigos.
En el restaurante nos atendieron enseguida pese a que estaba llenísimo. Di mi nombre y nos llevaron a la mesa que estaba en un rinconcito. Tras leer la carta pedimos una ensalada especial para compartir y luego cada uno un pescado que hacían a la brasa en las parrillas que tenían en el puerto. Carmen seleccionó un vino blanco que alguna vez había tomado y que me dijo que estaba muy bueno. Yo no soy mucho de vinos pero por una vez y además gustándole a ella no iba a decir que no.
Sentado en frente de ella mi mirada se desviaba y no podía evitar mirarle las tetas. A través del escote de la blusa que se había puesto se le veía sin problemas el comienzo de su voluminoso pecho y parte de un profundo canalillo. Esa visión disparaba los recuerdos de la semana anterior cuando me las enseñó y me permitía imaginar el resto de la piel que permanecía oculta. Por fortuna el hecho que se hubiera maquillado conseguía fijar mi atención ocasionalmente es sus ojos. Era la primera vez que yo la veía pintada y me generaba una mezcla de curiosidad, morbo y emoción de que lo hubiera hecho para salir conmigo.
– Me encanta cómo te quedan los ojos así – le dije sinceramente después de que la camarera nos diera el vino a probar y sirviera la primera copa.
– No te acostumbres porque es un engorro – me contestó. – Pero me alegra que te guste. Me apetecía que me vieras alguna vez así.
– Pues te queda genial. ¿Puedo hacerte una foto? ¿Para inmortalizar a la gemela?
– Jajaja, claro.
Saqué el móvil y Carmen cogió la copa de vino para posar como si estuviera brindando. Disparé un par de fotos. Mi compañera salía fantástica. Sus ojos destacaban muchísimo y lo mejor, aunque no lo hubiera hecho aposta, es que en la foto aparecía su canalillo en todo su esplendor.
– Sales genial – le dije mostrándole la foto.
– Eres buen fotógrafo – me dijo tras echar un vistazo absteniéndose de comentar que se le veían la mitad de las tetas en la imagen.
La cena transcurrió de forma muy agradable, Pensaba que me bloquearía en una situación así con ella pero pronto me di cuenta que era como estar en casa. Charlábamos de nuestras cosas como siempre y nos vacilábamos a la menor ocasión.
– Por cierto, que no te he contado – me dijo de pronto durante el postre.
– ¿Qué has roto?
– ¡Calla! Es del curro. Aprovechando el día ese que se han inventado los del barrio de vida nocturna y que los comercios abren de noche van a organizar un torneo de videojuegos. ¡Tengo intención de apuntarme y ganar!
– ¿Puedes apuntarte? Siendo empleada en la tienda igual no te dejan.
– Ya he preguntado. No hay problema. Como no es un sorteo da igual que trabaje allí. Son 3 juegos diferentes, ganas puntos por tu clasificación final en cada uno de ellos y el que mejor tenga entre todos se lleva el premio.
– ¿Hay premio? ¿Qué te puedes llevar?
– Un pack de esos de viajes y un juego. Pero eso me da igual. Me interesa ganar para demostrarle a alguno de los compañeros que las tías también podemos ser buenas en esto – Carmen me había contado alguna vez que en la tienda había alguno que otro de los que opinaban que siendo mujer ni podías entender ni dársete bien los juegos.
– Espero que les des una paliza a esos idiotas – la animé sinceramente.
– ¡Por supuesto! Pero necesito que me ayudes.
– ¿Cómo? ¿Tengo que contratar a algún sicario para eliminar a ciertos rivales?
– No hace falta, pienso humillarles con el mando. Vamos a competir con la snes mini y el único problema es que uno de los tres juegos escogidos es el Street Fighter. Y sabes que no es precisamente lo que mejor se me da.
– No hace falta que lo jures. En los juegos de lucha es en los únicos en los que te suelo ganar sin problema.
– ¡Por eso necesito que me entrenes, maestro Mutenroshi! – me pidió con un brillo en los ojos.
– Eso está hecho. ¿Cuánto tiempo tenemos?
– Es el viernes que viene.
– Suficiente – la tranquilicé. – Mañana mismo empezamos.
– ¡Genial!
– Por cierto, ¿no había otro maestro para compararme que con el duende tortuga?
– Es que eres igual de pervertido.
– Yo no sé por qué pregunto – dije divertido tapándome la cara con la mano.
Tras los postres nos quedamos un rato más hablando y luego pedimos la cuenta que tal y como había prometido pagué yo entera. Después salimos del restaurante y volvimos paseando hacia mi casa. Carmen se agarró de mi brazo y pude notar cómo uno de sus pechos se aplastaba contra él. Yo cada vez estaba más a gusto con ella y no recordaba la última vez que había paseado con una mujer de esta forma.
Una vez en casa nos dimos las buenas noches y yo me metí en mi cuarto que es el que queda primero en el pasillo. Noté una presencia a mi espalda y al girarme me encontré con Carmen en la puerta que no había seguido hacia su habitación.
– ¿Carmen?
– Es un buen momento para pagar el alquiler, ¿no te parece? – me dijo con voz pícara.
– ¿Ahora?
– Claro, ¿por qué no? O no te apetece – me preguntó.
– Sí, claro. Claro que me apetece.
– Además ahora tengo que hacértelo sin camiseta – me dijo con picardía mientras cerraba la puerta para no m*****ar a Patricia. La pobre estaba con los últimos exámenes finales y por las noches acababa extenuada.
– Bueno, tampoco es obligatorio. Sé que lo dije pero me siento mal sintiendo que os obligo a hacer cosas – no sabía por qué a esas alturas seguía preocupándome parecer un salido.
– Qué pasa, ¿no quieres ver estas dos? – me preguntó poniéndose las manos sobre las tetas y apretándoselas. – Si llevas toda la noche mirándomelas.
– Eh… no, no – intenté negarlo.
– Qué inocentes sois. Creéis que no nos damos cuenta pero sabemos de sobra cuándo los tíos nos miráis las tetas. Os pillamos siempre aunque no os digamos nada.
Carmen se llevó las manos a los botones de la blusa y empezó a desabrocharlos uno a uno. No perdí detalle en cómo su escote iba aumentando en profundidad mostrando cada vez mayor cantidad de pecho. Enseguida sus tetas quedaron a la vista tan solo sostenidas por un sujetador rojo que no había visto nunca.
– ¿Suje nuevo? – le pregunté.
– Muy observador. Sí, ya que conoces toda mi lencería quería estrenar algo en el primer pago sin camiseta – me dijo admitiendo quizás sin querer que pensaba chupármela hoy desde que se había vestido.
– Te queda muy bien – le dije. El modelo le juntaba las tetas haciéndole un canalillo más profundo y se las levantaba dando una sensación de más volumen. Además tenía unos encajes bastante sugerentes en la parte superior de la copa.
– ¿Y no me quedarían mejor sin él? – me preguntó llevándose las manos a la espalda.
Carmen soltó el cierre de su sujetador y sensualmente se deshizo de él destapando sus enormes tetas dejando que se las viera por segunda vez. Apenas acerté a decirle lo espectaculares que me parecían cuando me tumbé en la cama mientras observaba cómo se le movían las peras a Carmen con cada paso que daba al acercarse a mí. Se subió a los pies de la cama y de rodillas empezó a desabrocharme el cinturón para bajarme los pantalones. En esa posición sus melones quedaban colgando y casi rozaba mis piernas con ellos.
No puse ningún impedimento en que mi compañera me desnudara y mi polla saltó completamente erecta cuando me retiró los calzoncillos.
– Me encanta que siempre la tienes bien dura – me dijo mientras me la agarraba y apretaba para comprobarlo.
– Es que si me enseñas esas maravillas de tetas es imposible que no me empalme – confesé.
– ¿De verdad te gustan?
– Me encantan. Son perfectas.
Carmen se recostó a mi lado y no sé si lo hizo queriendo pero apoyó una de sus tetas sobre mi muslo. Mi piel desnuda entró en contacto por primera vez con esa enorme fuente de calor y noté cómo se adaptaba su forma a la de mi pierna. Mientras concentraba mis sensaciones en el contacto con su pecho mi compañera ya se había llevado la polla a la boca y empezaba a chupármela. Con tanta práctica Carmen ya dominaba qué es lo que más me gustaba y qué tenía que hacer con mi polla para conseguir darme mayor placer. Una de sus manos se encargaba de acariciarme los huevos lo cual me enviaba chispazos de placer por todo el cuerpo. El resto de su trabajo lo hacía la boca que se movía rítmicamente para introducirse mi miembro y recorrerlo con los labios.
Me encantaba mirar cómo mi amiga me la chupaba. La naturalidad con la que me la tocaba y lamía para provocarme un estallido de placer. Había perdido ya la cuenta de cuántas veces habíamos estado en esa situación y aun no me podía creer que siguiera pasando. En cierta medida me frustraba que pareciera que todo era por ahorrarse el dinero. Me gustaría que surgiera e hiciéramos algo más pero tenía miedo de que si lo proponía se terminara todo. ¿Y si Carmen solo me la chupaba porque pensaba que para mí solo era sexo pero si se enteraba de que significaba más empezara a sentirse incómoda? Una vida de fracasos sexuales como la mía me había condicionado de tal manera que me impedía pensar que podría salirme bien si arriesgaba. Y si Carmen no había querido hacer nada más que la mamada semanal supongo que sería por algo.
Mis pensamientos vagaban mientras me encontraba completamente relajado disfrutando de las sensaciones que se concentraban en mi polla. Pese a estar sin camiseta apenas podía verle las tetas a mi amiga por la posición en la que se encontraba pero al menos seguía notando la que tenía apretada contra mi pierna.
Unos minutos después noté que ya no iba a poder aguantar más el orgasmo y advertí a Carmen de que me iba a correr. Dejó mi polla dentro de su boca mientras con una mano empezó a frotarme la base del tronco y la otra continuaba acariciando mis testículos. Sentí el semen recorrer mi interior hasta abrirse camino al exterior saliendo disparado. Noté cómo cambiaba la expresión de Carmen al empezar a recibir mi leche directamente contra su garganta. Tras cinco espasmos me quedé completamente vacío, mi amiga se sacó la polla de la boca y tragó con dificultad.
– Casi me ahogas, me ha ido directa al esófago – protestó.
– Perdona…
– Necesitabas descargar, ¿eh? Has soltado mucho.
– Habrá sido la situación – le dije haciendo un gesto con la mano hacia sus tetas. Al terminar la mamada se había incorporado y yo no perdí la oportunidad de contemplar sus pechos que habían vuelto a quedar a la vista.
– Bueno, pues ahora a recargar reservas para la próxima – me dijo dándome unos golpecitos en mi polla que empezaba a recuperar su tamaño normal.
Tras eso, Carmen se bajó de la cama y recogiendo su sujetador y blusa salió de la habitación dejándome nuevamente con una sensación de vacío. Una ocasión más tras hacer que me corriera se iba sin que pasara nada más. Trámite cumplido parecía transmitirme. Me quedé dormido tal y como me dejó Carmen, con la polla al aire, ya flácida y mojada con su saliva.
La siguiente semana comencé a entrenar a mi amiga en el juego de lucha. Cuando volvíamos del trabajo y tras terminar de cenar encendíamos la consola y practicábamos uno contra otro mientras Patricia se encerraba para estudiar para su último examen. Al principio Carmen se impacientaba porque no conseguía ejecutar ninguno de los combos a tiempo.
– No pienses, actúa. Te sabes la teoría pero tienes reaccionar sin dedicar tiempo a decidir qué técnica usar – aconsejé.
– Ya lo intento pero no me sale – me dijo frustrada.
– Hazlo o no lo hagas pero no lo intentes – sentencié.
– ¿Ahora vas de maestro Yoda? – me preguntó.
– Mejor que Mutenroshi ya es…
– Sigue siendo un viejo verde, literalmente – me vaciló.
Llegó el viernes y Carmen se había preparado lo mejor que pudo. En las pruebas de carreras y plataformas no iba a tener problemas y seguro que pasaba muchas rondas. Y para la de lucha al menos conseguimos que aprendiera lo suficiente para que su rival tuviera que trabajárselo si quería derrotarla.
Mi intención original era ir a la tienda por la tarde para verla participar y darle apoyo moral pero me tocó trabajar inesperadamente por unos cambios que quería hacer un cliente en su entorno de producción y que hay que hacer fuera del horario laboral habitual. En eso estaba cuando entró en mi habitación Patricia.
– Pero si es la futura doctora Grey. ¿Qué tal se siente haber acabado todos los exámenes?
– Liberada. No sabes el estrés que he pasado este mes – me contestó. – Así que hoy me largo de fiesta y a celebrar.
– Te lo has ganado, Patri.
– ¿Tú no ibas a estar con Carmen en el torneo de los juegos esos? – me preguntó.
– Iba, pero mi jefa Sofía ha decidido que hoy era el mejor día para instalarle unas mejoras a un cliente. Así que aquí estoy pringando.
– Pobre – me dijo mientras miraba la pantalla de mi portátil donde en la ventana de comandos iba escribiéndose automáticamente el resultado de mi última operación. – ¿Te parece si aprovecho y te pago el alquiler? Me toca esta semana y no he tenido tiempo aun.
– Eh, claro. Como quieras – contesté. Había estado tan absorto con Carmen que ni me acordaba de que Patricia tenía que chupármela esa semana.
– Me tenía que quitar la camiseta, ¿verdad? – me preguntó. – Según lo último que hablamos.
– Bueno, como quieras. Tampoco hace falta.
– ¿Carmen se quitó la camiseta?
– Eh, bueno, sí – contesté recordando a mi amiga en tetas.
– ¿Borja? ¿Cómo te lo hizo Carmen?
– Carmen se quitó también el suje – admití.
– Ah vale. Pues yo también entonces – decidió sin dudar.
– No hace falta Patri, hablamos solo de hacerlo sin camiseta.
– A mí me da igual que me veas las tetas. En la playa hago siempre topless así que si vamos juntos este verano me las vas a ver lo mismo.
Sin darme tiempo a replicar Patricia se sacó por la cabeza el top de tirantes que llevaba quedándose con un sujetador rosa frente a mí. La prenda no le duró mucho puesta, inmediatamente se soltó el cierre y se lo quitó dejando que viera por primera vez sus pechos. Ya había visto parte de ellos a través de sus escotes ya que Patricia usaba bastantes. Las tetas de mi amiga eran medianas pero destacaban mucho en su cuerpo pequeño. Las areolas eran rositas y pequeñas y se notaba lo joven que era ya que se le mantenían firmes y levantadas incluso sin el sujetador.
Patricia dejó que la contemplara sin darle importancia mientras se recogía su melena rubia en una coleta. Tras ello se arrodilló y me bajó ligeramente los pantalones y calzoncillos mientras yo seguía sentado en la silla de mi escritorio. Sorprendentemente mi pene no había despertado por completo pese a ver a mi amiga medio desnuda y tan solo la tenía un poco morcillona y sin hacer ningún comentario se lo metió entero en la boca y empezó a jugar con su lengua provocando una reacción inmediata.
Observé desde mi posición a Patricia cómo me lamía sin descanso. Era increíble verla cómo lo hacía con sus tetas al aire. Arrodillada podía vérselas en todo su esplendor y su ligero movimiento siguiendo el compás de la mamada. Sus pezones se habían endurecido y destacaban en la cima de sus montañitas.
De reojo miré a la pantalla del ordenador y comprobé que mi última operación ya había acabado así que girándome ligeramente comencé a teclear la siguiente serie de pasos manuales. A Patricia no le importó que siguiera trabajando mientras me la chupaba.
De pronto se me abrió una ventana en la pantalla del ordenador y se inició una videoconferencia. El programa que usamos para comunicarnos internamente está especialmente pensado para trabajadores en remoto y a menos que indiques que estás ocupado, cosa que se me había olvidado cambiar al entrar Patri, acepta automáticamente las llamadas. Aterrado observé el cuadro donde se muestra mi cámara para comprobar aliviado que en el encuadre no aparecía mi amiga medio desnuda haciéndome una mamada.
– ¿Qué pasa Borja? Yo ya he acabado lo mío – me dijo a modo de saludo mi compañero.
– Hola Guillermo, qué suertudo, te ha tocado lo más fácil – contesté intentando aparentar normalidad ya que Patricia seguía chupándomela como si nada.
– Por una vez no me quejo. Yo apago ya el chiringuito. Voy a ver si disfruto del finde.
– Muy bien. Yo tengo para un ratillo más, ya hablamos el lunes – le intenté cortar antes de que se diera cuenta de que pasba algo.
– ¿Estás bien? Te noto un poco acelerado.
– Es que hace un calor en casa que lo flipas – mentí.
– Pues nada tío, despelótate e intenta convencer a las pavas esas con las que vives que hagan lo mismo – me sugirió mi compañero. Nunca se imaginaría que mientras me habla una de esas chicas está arrodillada con las peras al aire chupándome la polla.
– No es mal plan, jaja – le reí la gracia, – Venga, vete a tomar unas cervezas tú que puedes. A ver si termino esto.
– Vale tío, nos vemos el lunes – se despidió cerrando la conferencia.
– Joooder, apunto de pillarnos – le dije a Patricia mientras ponía el programa en modo ocupado.
– Hubiera sido divertido – dijo mi amiga sacándose momentáneamente mi polla de su boca. Durante toda la conferencia no había parado de mamármela.
– No me digas que te da igual que uno de mi curro te hubiera visto en tetas haciendo una mamada.
– Le das mucha importancia al sexo – me dijo. – Va a ver cómo tu polla entra y sale de mi boca, ¿y? Y las tetas ya te digo, anda que no me las habrán visto desconocidos en la playa. Por uno más…
– No había conocido ninguna tía tan abierta en el sexo cómo tú – le dije sinceramente mientras volvía a la tarea de darme placer.
Mi amiga continuó chupándomela mientras yo terminaba de realizar comprobaciones en el ordenador. La verdad es que no me importa hacer horas extras si tengo a una mujer dándome placer mientras trabajo. Intenté aguantar lo máximo posible para hacer el trabajo más llevadero pero la constancia de Patricia me hizo imposible resistir mucho más tiempo.
– ¡Me corro Patri! – grité incorporándome de la silla.
Mis pantalones y calzoncillos se deslizaron por mis piernas hasta el suelo y mi amiga empezó a masajearme los testículos ahora que los tenía accesibles. Mientras le miraba las tetas noté cómo estallaba el orgasmo que lanzaba mi semen acumulado hacia la boca de la joven estudiante de medicina. Patricia recibía mis eyaculaciones arrodillada y mirándome a los ojos lo cuál me excitó muchísimo. Al terminar de recibir mis descargas abrió la boca para mostrarme cómo la tenía llena de mi viscoso líquido. Al hacerlo parte de él se deslizó por sus labios cayendo sobre su pecho desnudo.
Patricia tragó el semen que tenía en la boca y se incorporó pasándose la lengua por el labio donde notaba que había un poco de mi leche pegada.
– Cuidado, te has manchado – advertí señalándole una teta.
– Es verdad, cada día te corres más – me contestó llevándose un dedo al pecho y recogiendo con él el semen que le había goteado. Sin dudarlo se lo llevó a la boca y se lo lamió.
– Es que entre verte con las tetas al aire y que siguieras chupando mientras hablaba con el compañero del curro… – me justifiqué.
– Bueno, te dejo que voy a ducharme que se me ha quedado el pecho un poco pegajoso y prepararme para salir con mis amigas.
– Sí, vale. Yo voy a ver si sigo con el trabajo.
Continué unas horas más trabajando. No es algo que me exija estar constantemente atento pero me impide estar alejado de la pantalla. Tengo que ejecutar unas acciones, esperar mientras el sistema trabaja y cuando termina realizar comprobaciones y lanzar las siguientes. En los ratos muertos me dedicaba a leer un poco. Patricia pasó a despedirse, estaba realmente impresionante con una minifalda y un top bien escotado que permitía ver el comienzo de esas tetas que hacía nada yo había podido disfrutar.
En uno de los descansos me hice un sándwich para cenar y volví al trabajo. Cuando por fin terminé la última operación era casi medianoche. Me preguntaba cómo le habría ido a Carmen en el campeonato. Miré el móvil pero no tenía ningún mensaje suyo. No sabía si eso significaba que no le había ido bien o que prefería contármelo en persona. Me había advertido que probablemente se alargaría pero decidí esperarla despierto.
No tuve que aguantar mucho más, al cabo de media hora escuché el ruido de llaves abriendo la puerta. Me asomé al pasillo para ver qué cara traía Carmen pero a primera vista no fui capaz de interpretar si había ido bien o no.
– ¿Qué tal mi joven aprendiz? ¿Hemos triunfado?
– ¡¡He ganado!! – gritó Carmen abalanzándose sobre mí.
Carmen me rodeó el cuerpo con sus brazos y noté cómo sus tetas se aplastaban contra mi pecho. De pronto sus labios apretaron los míos y sentí cómo me empezaba a comer la boca con pasión. Le devolví el beso tanto tiempo deseado y mientras nuestras lenguas jugaban a ver cuál conquistaba la boca del otro nos metimos en mi habitación.
– ¿Y esto? – pregunté cuando nos separamos para tomar aire.
– Ya que tú no te atreves a dar el paso tendré que tomar yo la iniciativa – me respondió.
– No estaba seguro de que tú… – intenté explicarme.
– Es que mira que eres tonto – sentenció.
Mi amiga me agarró las manos y las puso sobre sus tetas. Instintivamente apreté un poco y pude palpar por primera vez sus grandes atributos.
– ¿Esto te aclara un poco las cosas? – me preguntó mientras me dejaba mantener mis manos en sus pechos.
– Creo que sí.
Carmen volvió a besarme mientras yo jugaba con sus tetas por encima de su camiseta. Era maravillosa la sensación, el calor que desprendían y lo blanditas y grandes que las tenía. Probablemente fueran las mejores tetas que había tocado nunca. Pronto nos empezó a sobrar la ropa, le quité la camiseta de Yoshi que llevaba y ella hizo lo mismo con la mía. Mi amiga no opuso resistencia a que le sobara las tetas por encima del sujetador negro. Por primera vez acariciaba la piel de su escote y notaba la suavidad de su pecho.
Mi compañera no me hizo esperar demasiado y mientras yo metía la mano dentro de una de sus copas para sacarle una teta ella se llevaba la mano a la espalda para soltar el broche del suje. Creo que notaba mis ansias de por una vez ser yo quien pudiera tocarla. En el momento en el que sus tetas quedaron liberadas mi boca se apropió de una de ellas y empecé a mamar como si fuera un niño pequeño. Mi lengua recorría su pezón que se había agrandado y estaba bien duro. La otra teta recibía la atención de mi mano izquierda que la levantaba y sopesaba para a continuación acariciar y pellizcar con dos dedos su pezón y que se endureciera al igual que su hermano. Carmen agarraba mi cabeza y me acariciaba el pelo mientras me apretaba contra su pecho y gemía de gusto.
– Por fin Borja, tócame las tetas – me animaba entre suspiros.
– No sabes las ganas que tenía de acariciarlas – dije separándome un segundo de su pecho.
Cuando no me quedaba ni un rincón de sus melones por besar y aprenderme tumbé a mi amiga sobre mi cama. Me bajé los pantalones y los calzoncillos liberando mi polla que saltó completamente erecta manteniéndose en posición horizontal y desafiante. Pese a que Patricia había hecho que me corriera unas pocas horas antes el tener por fin a Carmen para mí me había recuperado las energías.
– Me encanta que tu polla siempre está preparada – me dijo Carmen observando mi miembro.
– Solo me pasa contigo – me sinceré. – Me pones demasiado.
Completamente desnudo observé a mi amiga. Sus tetas se desbordaban por los laterales y la noté expectante, esperando para dejarse hacer. Me incliné sobre ella y solté el botón de sus vaqueros. Levantó el culo para permitirme que se los quitara quedándose solo con unas braguitas negras que ya había visto alguna vez haciendo la colada. Mi mano rozó la zona de su rajita por encima de su tela y acaricié con los dedos la zona. Notaba la prenda mojada mientras ella se retorcía un poco reaccionando a mi contacto. Impaciente agarre los extremos de sus bragas y se las bajé lentamente dejando a la vista la única parte del cuerpo de mi amiga que me quedaba por contemplar.
Destapé un triangulito de vello oscuro recortado que destacaba sobre el blanco de su piel. Siempre me ha dado mucho más morbo que las chicas se dejen algo de pelo en el pubis y ver que Carmen lo hacía era lo único que le faltaba para terminar de ser perfecta para mí.
– Me encanta que lo lleves así – le confesé.
– Me alegra, no sabía si serías de los que lo prefieren todo depilado.
– Para nada, es perfecto así.
A continuación hundí mi cabeza entre sus piernas y empecé a lamerle el coño por todas las veces que ella me había hecho sexo oral. El olor del sexo de mi amiga llenó mis sentidos y me encantó. Mi lengua lamía sin descanso sus labios, saboreando los flujos salados que salían de su interior. Notaba cómo Carmen reaccionaba a mis lametones y su respiración se aceleraba. Me ayudé de los dedos para frotarle el clítoris mientras intentaba abrirme paso en su interior con la lengua. Mi compañera apretó mi cabeza contra su entrepierna mientras me pedía que no me detuviera.
Dediqué todo el tiempo del mundo a conocer los pliegues de su sexo e ir detectando qué le gustaba más de las cosas que le hacía. El trabajo pronto dio sus frutos y arqueando su cuerpo, Carmen se corrió en mi cara. Su coño quedó empapado tras el orgasmo.
– Uff, no lo haces nada mal – me dijo recuperando la respiración.
– Parece que lo has disfrutado.
– Ya lo creo, pero esto es solo el primer round. ¿Dónde tienes los condones? – me preguntó.
– Eh… no tengo – dije completamente apurado. En ningún momento pensé que me hicieran falta y llevaba tanto sin sexo que no había comprado.
– Mira que eres torpe – me dijo Carmen levantándose de la cama.
Vi salir a mi amiga corriendo completamente desnuda de mi cuarto. Era una visión ridícula y morbosa al mismo tiempo. Me tumbé en la cama esperando no haberla cagado por mi falta de previsión cuando Carmen volvió a aparecer en la puerta de mi habitación mostrándome los condones que llevaba en la mano. Ese momento se grabó a fuego en mi mente. Poder contemplar la visión de mi compañera de piso, mi amiga, completamente desnuda en la puerta de mi habitación mientras observaba el movimiento de sus grandes tetas siguiendo el ritmo acelerado de su respiración y ese triángulo maravilloso de vello en su pubis.
Carmen se subió de nuevo a mi cama y sacando un preservativo del envoltorio empezó a colocármelo en la polla. Tras posarlo sobre mi glande tuvo que estirarlo un poco de los lados para que me empezara a bajar por el tronco de mi polla. Después con dos dedos lo fue desenrollando hasta que cubrió prácticamente hasta la base. Una vez que mi miembro quedó protegido Carmen se puso en cuclillas y empezó a descender sobre él dándome la espalda. Con una mano lo sujetaba y lo mantenía vertical mientras se acercaba a sus labios abiertos. Mi amiga estaba tan húmeda que mi polla entró sin ninguna dificultad dentro de ella. Su coño era ancho y pese al grosor de mi pene no parecía que tuviera ningún problema en tragárselo entero. Una vez completamente dentro Carmen empezó a cabalgarme. La agarré de la cintura para ayudarla con el movimiento mientras me quedaba hipnotizado viendo en el espejo cómo botaban sus tetazas en todas direcciones. Los dos empezamos a gemir de placer y yo me sentía en la gloria pudiéndome estar follando por fin a mi amiga después de tantas semanas deseándolo.
– Vaya, Carmen. ¿Ahora le pagamos así?
La voz de Patricia hizo que saliéramos del trance. Estábamos tan entregados a darnos placer que no habíamos escuchado a nuestra compañera de piso llegar a casa. Nos miraba desde la puerta de la habitación con una mezcla entre divertida y curiosa.
– No, Patri. Le estoy dando las gracias por haberme ayudado a ganar el torneo – contestó Carmen sin parar de cabalgarme.
– Tomo nota para cuando tenga que agradecerle algo. ¿Así que has ganado? ¡Felicidades! – dijo Patricia sentándose en la silla de la habitación y poniéndose a los pies de la cama.
– Sí. Quedé la primera en uno de los tres juegos. En el otro quedé tercera. Y en el que me estuvo entrenando Borja conseguí estar entre los cinco mejores así que no perdí demasiados puntos para el total del torneo.
Mientras Carmen le explicaba los resultados del campeonato no dejó de follarme en ningún momento. Patricia se había sentado de tal forma que desde su posición veía perfectamente el coño abierto de su amiga y cómo mi polla entraba y salía continuamente de él. Aunque antes me hubiera demostrado que se tomaba el sexo de una forma muy abierta que estuviera tranquilamente hablando con sus amigos mientras veía cómo follaban me resultaba increíble. Jamás hubiera pensado que podría pasarme algo así. Estaba sentada con una pierna sobre la silla y podía ver que llevaba tanga por debajo de la minifalda. Además sus pezones se marcaban en el top que llevaba puesto por lo que parecía que le excitaba la situación. Patricia me había visto la polla tantas veces que daba igual una más pero no sabía si esa sería la primera vez que veía a Carmen desnuda y desde luego era la primera que nos veía follar.
Seguimos follando un rato más ante la mirada de nuestra amiga mientras Carmen le terminaba de contar las novedades del torneo.
– Bueno, os dejo que os sigáis divirtiendo – nos dijo Patricia levantándose de la silla. – Hasta mañana.
– ¿Qué ha pasado aquí? – pregunté una vez que nos dejó solos.
– Patricia es muy natural con el sexo – me dijo como si eso lo explicara todo.
– ¿Te ha gustado que estuviera mirando?
– La verdad es que me ha dado morbo – admitió Carmen. – Sentirme expuesta a su mirada y dejar que viera cómo follamos mientras hablábamos.
– A ver si la pervertida vas a ser tú – le dije entre risas.
– Mucho has tardado en darte cuenta. Venga, cambio de postura que se me están cansando las piernas de botar.
Carmen se separó de mi polla y se tumbó en la cama. Yo me puse sobre ella y la penetré en una posición más tradicional. Estando encima de ella podía contemplar el movimiento de sus espectaculares tetas con cada embestida e incluso acariciárselas de vez en cuando. Mi amiga alcanzó su segundo orgasmo al poco rato. Mantuve mi polla en su interior mientras lo tenía y noté cómo su coño se contraía y me la apretaba dándome una enorme sensación de placer que hizo que me llevara al límite. Aumenté el ritmo de mi penetración y mientras la besaba en la boca me corrí mientras permanecía dentro de su coño.
Salí de ella y me quité el preservativo dejándolo sobre la mesilla. No había mucho semen en su interior ya que me había vaciado Patricia pocas horas antes. Me tumbé junto a Carmen y le pasé una mano por detrás abrazándola mientras ella me daba un beso.
– Ha sido increíble – le dije mientras permanecíamos desnudos sobre la cama.
– Y el tiempo que hemos perdido – me reprochó Carmen.
– Yo es que no sabía… como tras cada mamada te ibas directamente pensaba que lo hacías por compromiso – me sinceré.
– Esperaba que dieras tú algún paso. Te provocaba, te la chupaba cada semana y nada. Al final he tenido que darlo yo.
– Menos mal que lo has hecho – le dije dándole otro beso.
– +2 de iniciativa, ya sabes.
– Mañana hablaré con Patri – comenté tras unos minutos en silencio observando nuestros cuerpos desnudos.
– ¿Por?
– Bueno, para decirle que ya no puede pagar el alquiler como hasta ahora.
– No seas tonto. Ya ves cómo es ella para el sexo. Que lo siga haciendo.
– No entiendo – dije confundido. – ¿No te m*****a? ¿Qué somos entonces? Pensaba que después de hoy…
– ¿Nosotros? Somos lo que crees y mucho más. Lo somos todo.
– No dejas de sorprenderme, Carmen.
– Eso es bueno – me dijo besándome de nuevo.
Mi relación con Carmen avanzaba. Después de aquella primera vez que nos liamos continuamos intimando y teníamos una relación que consideraba de novios aunque con sus pequeñas peculiaridades. A Carmen seguía sin importarle que Patricia pagara parte de su alquiler haciéndome una mamada cada dos semanas con las tetas al aire.
Sinceramente no podía quejarme, era la primera vez en mi vida que me sucedía algo así y que sin haber tenido nunca demasiado éxito con las mujeres haya dos que querían darme sexo a la vez. Pero me seguía sorprendiendo que a mi novia le pareciera bien que otra mujer me la chupara habitualmente. Alguna vez incluso había estado presente mientras Patricia pagaba el alquiler mirando tranquilamente cómo me lo hacía.
Así que con nuestras rarezas seguíamos como pareja y decidimos aprovechar el premio del torneo que ganó Carmen para irnos de vacaciones unos días juntos. Estuvimos mirando los lugares que nos permitía elegir el regalo y cuándo podíamos pedir vacaciones los dos en nuestros respectivos trabajos. Finalmente escogimos la última semana de julio para irnos a costas más cálidas en la otra punta del país. Lo más lejos posible para alejarnos de este norte donde parecía que ese año no íbamos a ver el sol más que tres días seguidos y para mojarse no hacía falta ir a la playa sino que bastaba con salir a la lluvia constante.
No recuerdo exactamente cómo ocurrió pero mientras estábamos organizando el viaje Patricia se unió a la expedición. Como ella tenía vacaciones todo el verano hasta que comenzara el nuevo curso y aquí no iba a poder ir a la playa muy a menudo debido al mal tiempo decidió apuntarse a ir de viaje con nosotros. Llamamos al hotel que el premio nos permitía reservar pero como estábamos ya tan apurados de plazo no tenían disponibles dos habitaciones para la semana que podíamos viajar. Solo nos ofrecían una habitación doble con una cama supletoria que debíamos compartir los tres. A mí me apetecía tener mi intimidad con Carmen siendo el primer viaje que hacíamos juntos pero a las chicas parecía que no les importaba y que sería más divertido viajar todos juntos así que cedí y reservamos la habitación.
Las últimas semanas de trabajo fueron un poco estresantes. Como suele ocurrirme todos los años debía dejar cerradas la mayor parte de mis tareas pendientes antes de comenzar las vacaciones. Además mi jefa Sofía se encargó de asignarme trabajo adicional por lo que acababa cada día agotado y contando las horas hasta ser por fin libre. Pero al final todo llega y me encontré sentado en el avión esperando a que despegara rumbo a nuestro lugar de veraneo. Yo estaba en el asiento de en medio de los tres que había mientras que Carmen se sentaba en el de la ventanilla y Patricia en el del pasillo.
Debo confesar que los aviones me dan un poco de pánico. Sé que es irracional pero me pongo bastante nervioso cuando tengo que volar y como no es algo que haga muy a menudo cada vez que tengo que hacerlo lo paso bastante mal. Por si fueran poco mis miedos, el despegue fue un poco agitado ya que había fuertes rachas de viento provenientes de otro fantástico día tormentoso que nos estaba regalando mi querida tierruca.
– ¿Te pasa algo, Borja? – me preguntó Carmen mirándome con un poco de preocupación. – Estás pálido.
– Volar no es mi actividad favorita – admití.
– Vaya, eso no lo sabía – dijo Carmen agarrándome la mano.
– Qué cosas – intervino Patricia riéndose. – Te pasas el día con las naves esas de las galaxias y luego resulta que en el mundo real te acojonas.
– Pero en el espacio sería diferente – me defendí. – Ahí no habría turbulencias ni arriba ni abajo.
– Lo que necesitas es distraerte y relajarte para no pensar en el avión – me dijo Carmen en voz baja soltando su mano de la mía y poniéndola sobre mi entrepierna.
– ¿Carmen? – susurré.
Completamente asombrado observé cómo mi novia empezó a masajearme la entrepierna sobre la fina tela del pantalón de verano provocándome una reacción inmediata que se manifestaba inconfundiblemente mediante un bulto delator. Patricia dándose cuenta de lo que hacíamos se quitó la chaquetilla fina que se había traído por si le m*****aba el aire acondicionado y la echó sobre mis piernas para ocultar la mano de Carmen y la actividad que estaba realizando.
Ahora que las manualidades de Carmen quedaban ocultas empezó a ser más atrevida y los masajes dieron lugar a agarrarme y acariciarme el pene a través del pantalón. La situación era completamente inesperada y morbosa aunque me empezaba a preocupar que alguien se diera cuenta y nos pillara. A Carmen sin embargo parecía que eso no le importaba porque de pronto noté y pudimos escuchar claramente el sonido de la bragueta al bajarse. La habilidosa mano de mi novia se metió por ella y sacó mi miembro erecto al exterior. Patricia nos miró divertida y como para asegurarse de que había pasado lo que ella pensaba levantó ligeramente la chaquetilla para contemplar cómo tenía la polla sacada por la bragueta mientras mi novia me masturbaba en pleno vuelo.
Miré alrededor preocupado de que alguien nos viera pero los de las filas de al lado estaban distraídos mirando por las ventanillas o con los ojos puestos en alguna pantalla. Carmen despacito pero sin pausa recorría mi miembro arriba y abajo procurando que no se notaran descaradamente los movimientos rítmicos de su brazo parcialmente oculto por la chaquetilla. Yo seguí disfrutando de la paja que me estaba haciendo mi novia cuando de pronto Patricia hizo señas a una azafata para que se acercara.
– Perdona, ¿me puedes traer un poco de agua? – le pidió cuando llegó a su lado.
– Claro, ahora mismo – le contestó.
Carmen disimuló apoyando su cabeza contra mi hombro como recostándose sobre mí y dejando de masturbarme momentáneamente pero apretándome la polla para mantenerme la erección.
– Aquí tienes – le dijo la azafata al cabo de un momento trayéndole la botella.
– ¡Gracias! – contestó con alegría mi amiga.
– ¿Estás loca? ¡Nos podía haber pillado! – le dije en susurros mientras notaba que Carmen volvía a pajearme.
– No me digas que no te ha parecido morboso. Que Carmen te estuviera tocando con la azafata al lado – me contestó con picardía. – Además, tenía sed – dijo bebiendo un trago de agua.
Mi novia continuó varios minutos acariciándome con delicadeza. Nunca hubiera imaginado estar en una situación parecida y poco a poco el miedo a que nos pillaran estaba desapareciendo y quedando solo el morbo y el placer que sentía en mi miembro. Las manos de Carmen eran increíbles y estaba disfrutando como nunca de las sensaciones que me provocaba al tocarme la polla. Sentía la suavidad de su mano recorrer mi piel y el contacto ocasional con la tela de la chaqueta en la punta de mi miembro. Empecé a notar cómo se me concentraba el placer en los huevos avisando que mi corrida era inminente.
– Carmen, si sigues me voy a, ya sabes – le dije en voz baja.
– Vale, espera que busco un pañuelo – me dijo.
– No te hace falta – nos dijo de pronto Patricia.
– ¿Cómo? – preguntó Carmen levantando una ceja.
– ¿Estás ya a punto? – me preguntó Patricia.
– Como sigáis hablando lo voy a echar todo en tu chaqueta – advertí.
– Ni se te ocurra o te la corto – me amenazó mi amiga. – Que es nueva.
Patricia se puso de pie y se salió al pasillo estirándose para buscar algo en la maleta de mano que había subido a los portaequipajes que hay encima de los asientos. Carmen entendiendo lo que estaba haciendo y comprobando que nuestra amiga con su cuerpo nos ocultaba de posibles miradas retiró la chaquetilla dejando mi polla al aire y se inclinó para metérsela en la boca.
Ni en sueños hubiera imaginado que podría encontrarme con la polla erecta sacada en mitad de un avión y que mi chica me la chupara. Yo que ya estaba apunto de correrme no necesité más para eyacular y llenarle la boca a Carmen de semen. Mi novia masajeó la base de mi pene mientras recibía cada uno de mis chorros para facilitar que descargara todo mi líquido. Cuando notó que ya no me salía más se tragó mi leche y tras darme una limpiada rápida con la lengua me la guardó de nuevo en la bragueta.
– Tienes la bragueta abierta – me dijo Patricia al sentarse tras terminar de hacer el paripé de buscar algo.
– Gracias – le dije mientras me subía la bragueta. Aunque las gracias más bien eran por cubrirnos.
– Un placer – me dijo probablemente con doble sentido. – ¿Me devuelves la chaquetilla? Tengo algo de fresco.
– Toma – le dije dándosela. Patricia la revisó a ver si no se la había manchado.
– ¿Qué tal Borja? A que se te ha pasado la preocupación por volar – me preguntó Carmen con un guiño.
– ¿Preocupación? Si me encanta volar – le dije riéndome. La verdad es que con todo lo que había pasado me había olvidado por completo de mis miedos.
El resto del viaje transcurrió sin sobresaltos e incluso el aterrizaje lo soporté bastante bien pese a ponerme ligeramente tenso durante un momento. Cogimos nuestras maletas y pedimos un taxi que nos llevara al hotel donde teníamos la reserva. La recepcionista muy agradable nos dio las tarjetas para entrar en la habitación y nos explicó los servicios del hotel y los puntos de interés cercanos que había por los alrededores.
Subimos a la habitación a dejar las maletas y me sorprendió que era bastante más amplia de lo que me había imaginado. Patricia se quedó con la cama pequeña que estaba pegada a una de las paredes mientras que Carmen y yo compartiríamos la cama grande. La habitación tenía un pequeño balcón que daba a la piscina. Me asomé y comprobé que había varios grupos de jóvenes tomando el sol y bañándose. Me volví dentro y vi que las chicas ya habían empezado a sacar las prendas que podrían arrugarse y las colgaban en los armarios. Yo no suelo ser de sacar la ropa de la maleta y la dejo en ella hasta que la voy usando pero como no quería que dijeran que soy un dejado saqué mis camisetas y camisas y las colgué junto a sus prendas.
Tras desempaquetar y como aun no era ni mediodía nos preparamos para ir a la playa. Tal y como nos había informado la recepcionista, el hotel está prácticamente en la costa y se puede llegar a pie dando un paseo de apenas diez minutos. Cuando llegamos la playa estaba a rebosar y era prácticamente imposible encontrar un hueco donde poder poner tres toallas. Viendo que la marea estaba bajando decidimos ponernos junto a la orilla ya que aunque la arena estaba mojada eran los únicos sitios que estaban libres.
Me quité los pantalones cortos y la camiseta que llevaba quedándome con el bañador y me senté en la toalla. Observé mientras las chicas hacían lo mismo. Carmen se quitó los vaqueros y la camiseta con un dibujo de un champiñón verde para quedarse vestida con un bikini que le sentaba especialmente bien. Era azul claro, sin ningún estampado y aunque se las recogía bien dejaba a la vista buena parte de sus grandes tetas. A menos que usara un bañador de una pieza con el tamaño que tiene siempre va a mostrar bastante volumen por la zona del escote.
Mientras tanto Patricia también se quitaba la ropa. Ella llevaba un vestido ligero de una pieza que se sacó por la cabeza. Debajo tenía un bikini blanco también sin ningún adorno. Sus braguitas le ocultaban lo imprescindible y se ataban con unos lazos en las caderas. La parte de arriba no mostraba tanta piel como la de mi novia pero daba igual porque tras doblar y guardar el vestido en su bolsa se llevó las manos a la espalda y desanudándolo se sacó el bikini quedándose con las tetas al aire.
Mi amiga ya me había contado que en la playa siempre hace topless y yo ya le había visto sus tetas varias veces cuando le tocaba pagarme el alquiler haciéndome una mamada sin camiseta. Aun así me sorprendía la naturalidad con la que se quedaba con los pechos a la vista sin importarle que se las pudieran ver todos los que estuvieran en la playa. Era la primera vez que iba a la playa con una amiga que no usara la parte superior del bikini y aunque ya conociera sus tetas me resultaba excitante.
Creo que Carmen se dio cuenta de cómo me quedaba embobado mirando el movimiento de las tetas de nuestra amiga cuando se inclinó para guardar el bikini. Las tiene de un tamaño mediano y aunque no le colgaban mucho en esa posición lo hacían lo suficiente como para comprobar el volumen real de sus atributos. Patricia es menuda y aunque sus pechos sean medianos destacan bastante sobre su cuerpo pequeño y dan la sensación de ser más grandes. Tiene unas areolas rosaditas y pequeñas y sus pezones se habían endurecido ligeramente quizás por sentir el sol sobre ellos.
– Borja, échate la crema que te vas a quemar – me dijo de pronto Carmen sacándome de mis pensamientos.
– ¿Eh qué?
– Es la primera vez que vemos esa cosa que llaman sol en todo el año. O te pones crema o vas a acabar como Zoidberg – me advirtió mientras me daba el bote de crema.
Me eché la crema sobre el pecho y empecé a extendérmela mientras observaba cómo Patricia hacía lo mismo. Había echado un par de chorros de crema blanca sobre su escote que mi calenturienta mente imaginaba como otra cosa y se la repartía con generosidad por sus tetas. Me estaba dando morbo ver a mi amiga acariciarse los pechos de esa forma delante de nosotros. Los recorría en círculos extendiendo la crema por toda su piel e incluso se las levantaba un poco con una mano para darse crema por la parte de debajo de ellas.
Cuando acabó de protegerse la parte delantera le pidió a Carmen que le pusiera crema en la espalda. Mientras mi novia estaba con su espalda, Patricia me dijo que me daba ella a mí así que me puse delante y noté el contacto frío de la crema cuando me la echó sobre la espalda. Una vez que Patricia y yo estuvimos listos solo quedaba la espalda de Carmen que se tumbó boca abajo en la toalla y nuestra amiga se ofreció a ponérsela ella. Patricia se sentó sobre el culo de Carmen y echando un chorretón en la espalda empezó a extender la crema. La visión de mi amiga con las tetas al aire sentada sobre el culo de mi novia mientras le masajeaba la espalda hizo que la polla me diera un respingo.
– Te desabrocho el bikini para darte bien crema que si no siempre queda algo sin cubrir – le dijo Patricia a Carmen.
– Como quieras – le dio permiso Carmen.
– ¿Nunca haces topless? – le preguntó Patricia mientras le desabrochaba la prenda dejando su espalda completamente libre.
– Nunca he hecho – contestó Carmen.
– ¿Y cómo así? ¿Te da vergüenza? – preguntó Patricia.
– Sí, principalmente es por eso – admitió Carmen. – Siempre pienso que me encontraré con alguien que conozco del barrio y que me verá las tetas. Y aunque no conozca a nadie estoy dejando que cualquiera me las vea.
– Bueno, a veces pasa que te encuentras con un conocido pero no cambia nada porque te haya visto cómo tienes las tetas. Y lo de que te las vea cualquiera es como te lo tomes tú – comentó Patricia mientras sus manos recorrían la parte inferior de la espalda de Carmen. – Son parte de tu cuerpo y no pasa nada porque te las vean. Alguno se excitará pero la mayoría no mira dos veces. A mí la verdad es que ya me da igual quien las vea y prefiero poder estar como los tíos sintiendo el sol por todo el pecho y sin quedarme las marcas blancas por el cuerpo.
– Ya, eso sí. Lo de las marcas es un engorro y por el tipo de bikini que tengo que usar se me ven a nada que me ponga algo con el cuello amplio – dijo Carmen.
– Pues aprovecha tía – animó Patricia. – Aquí no te conoce nadie así que mejor momento para probar no vas a tener.
– No sé, me sigue dando un poco de cosa el enseñarlas – confesó Carmen.
– Tonterías – dijo Patricia mientras le daba un tirón al bikini suelto de mi novia y se lo sacaba de entre ella y la toalla.
– ¡Tía! ¡Dámelo! – gritó Carmen levantándose mientras se tapaba las tetas con un brazo.
– No seas ridícula Carmen, das más el cante si te tapas las tetas con la mano que si las dejas al aire – le dijo Patricia mientras guardaba el bikini en su bolsa y la escondía detrás de ella.
– ¡Pechos fuera! – le dije a mi novia con un guiño.
– Joder, cómo sois, qué vergüenza – se quejó Carmen mientras retiraba resignada el brazo dejando sus melones al aire.
– Ya verás como en un rato ni piensas en ello – le dijo Patricia. – Pero date crema o se te van a quemar las tetazas.
Patricia le echó un par de chorretones de crema en el pecho y mi novia empezó a extendérsela por sus enormes volúmenes. El movimiento era hipnótico y la carne de sus pechos se agitaba con cada pasada de la mano.
– No te olvides de levantarte cada teta y darte crema por la parte de abajo o te vas a quemar ahí cuando te tumbes – advirtió Patricia.
Carmen obediente se iba dando crema donde Patricia le señalaba con el dedo o le demostraba cómo hacerlo con sus propias tetas. Yo mientras disfrutaba del espectáculo de ver a las dos chicas hablando y tocándose las tetas delante de mí.
Una vez protegidos nuestros pálidos cuerpos nos sentamos en las toallas a charlar y tomar un poco el sol. Tras las conversaciones que habían tenido las chicas me estuve fijando en que algunos de los que pasaban sí que se nos quedaban mirando momentáneamente para comerse con la vista esas cuatro tetas desnudas. Me quedó la sensación de que alguno se extrañaba de que yo estuviera con ellas. Se suele suponer que si un chico está junto a una mujer en topless será su pareja pero si hay una segunda, ¿es una simple amiga? ¿Y no le importa que le vea las tetas? ¿Y a su novia le parece bien que esté con otra chica con las tetas al aire? Podía imaginarme estas preguntas en la mente de algunos de los que nos miraban y la envidia que sentían y me sonreía porque serían incapaces de imaginar todo lo que he llegado a vivir con estas chicas.
Estuvimos un rato más pero pronto el calor empezaba a pegar fuerte y les dije a las chicas que me iba al agua. Carmen me acompañó pero Patricia prefirió quedarse tumbada en la toalla tostándose por el otro lado. Mi novia me agarró de la mano y caminamos hasta a la orilla. Miré de reojo que ni se había pensado ponerse la parte superior del bikini y que sus tetas saltaban con cada paso que daba. Comparada con nuestra costa el agua estaba bastante templada por lo que nos metimos sin dificultad en ella.
– ¿Ya acostumbrada a ir con las peras al aire? – le pregunté cuando nos habíamos adentrado lo suficiente para que el agua nos cubriera hasta el pecho.
– Es una sensación extraña. Por un lado en muy agradable sentirlas libres y que les de directamente el sol o la brisa pero por otro es raro estar medio desnuda en público.
– Bueno, mientras estés cómoda haciéndolo disfruta de las sensaciones.
– Sí, aquí creo que me quedaré así. Cuando volvamos ya me lo pensaré, que me vea alguien que me conoce creo que me dará demasiado palo. Esa indiferencia se la dejo a Patri.
– La verdad es que me sorprende la poca importancia que le da – admití.
– No tendrás queja pudiéndole ver las tetas todo el día que anda que no se las miras – me dijo fingiendo una cara de enfado.
– Como a las tuyas. Es inevitable – confesé sabiendo que en el fondo no le m*****a.
– Eres un pervertido – me gritó atacándome por la espalda e intentando hundirme agarrándome del cuello.
– Habló la que se pone a hacerme una paja en un avión – contesté soltándome no sin antes sentir sus pechos apretándose contra mi espalda.
– Anda que no te ha gustado. Y ha sido morboso.
– Sí bastante pero no sé que hubiera pasado si nos hubieran pillado – dije algo preocupado por la locura que habíamos hecho.
– Nos habrían detenido por escándalo público y luego Patri tendría que haber ideado nuestra fuga – contestó Carmen quitándole importancia.
– Es increíble. Te da morbo hacerme una paja en público pero luego vergüenza el hacer topless.
– Oye, son mis contradicciones. A ver si no puedo tener fallos de guion – me replicó. – Además, una cosa es que enseñes tú la polla y otra que cualquiera pueda ver mis grandes tetas. ¿O es que te gusta que las enseñe?
– Admito que me da un poco de morbo el que estés con ellas al aire en público aunque no es justo que algunos te las puedan ver sin ningún esfuerzo con todo lo que me costó a mí – le dije. – Anda, yo también tengo contradicciones.
– Qué imbécil, solo tuviste que perder al Mario Kart para vérmelas y eso para ti está chupado.
– Oye, qué ataque más gratuito – me quejé.
– Anda, ven aquí – me dijo.
Carmen me abrazó y empezó a besarme en la boca. Sentía sus pezones clavándose contra mi pecho y yo le correspondí clavándole mi pene que ya había despertado sobre el vientre.
– Vaya tu amigo ha despertado – me dijo separándose un momento de mi boca.
– Con estas dos libres no es para menos – contesté agarrándole una teta que permanecía parcialmente sumergida.
– Definitivamente te encanta que las lleve al aire.
– Sí, creo que deberías ir siempre enseñando las tetas – le dije en broma.
– Claro, seguro que nunca habría habido tantos clientes en la tienda si lo hago. Aunque dudo que compren nada y solo se dediquen a mirar… las estanterías, por supuesto.
– Por supuesto – le dije soltándole la teta y llevándola mano hacia abajo metiéndola dentro de la braguita de su bikini.
– ¿Qué haces? – me preguntó sorprendida al sentir mi mano.
– Devolverte el favor de la mañana – contesté.
Mi mano se deslizó entre la tela sintiendo con mis dedos el vello mojado de su pubis hasta llegar a los pliegues inconfundibles de sus labios. Comencé a masajear suavemente su clítoris mientras notaba cómo se comenzaban a abrir para permitir mi exploración. Carmen soltó un pequeño gemido y temiendo atraer la atención de otros bañistas volvió a besarme en la boca mientras se dejaba hacer.
La posición era difícil ya que no quería mover demasiado el brazo para que no se notara lo que le estaba haciendo. Con juegos de muñecas y de dedos seguí frotándole el clítoris mientras le introducía ligeramente un dedo en su interior para estimular las paredes de su coño. Por las reacciones de mi novia parecía que estaba disfrutando de lo que hacía ya que pese a tener la boca ocupada con la mía se escuchaba cómo se tragaba algún gemido y sus pezones recorrían mi pecho siguiendo el movimiento de su respiración acelerada.
Estuve unos minutos frotando hasta que noté cómo Carmen se contorsionaba delatando que acababa de correrse. Cuando noté que se relajaba saqué mis dedos de su zona íntima y se colocó la braguita de forma que le tapara bien todo de nuevo ya que con mi masturbación probablemente estuviera enseñando algo.
– ¿Te ha gustado? – le pregunté.
– Ya lo creo – me contestó con la respiración acelerada y mirando alrededor a ver si alguien nos observaba raro.
– Tranquila, no se han fijado – le dije para que no se preocupara. Tampoco es que hubiera estado vigilando porque cuando me morreaba no podía ver a mi alrededor pero no me había parecido que nadie se hubiera cuenta de lo que estaba pasando.
– Vaya morbo, Borja. Qué bien me he quedado – me agradeció con otro beso y un pequeño achuchón en la polla. – Venga vamos a las toallas de nuevo.
Nadamos hasta la orilla que ya se había alejado un poco más de donde habíamos colocado las toallas y nos sentamos junto a Patricia que se había incorporado y estaba sentada mirando hacia el mar.
– Ya os ha costado volver – nos dijo a modo de saludo.
– Es que se estaba muy a gusto en el agua – contesté.
– Seguro, seguro – dijo con ironía. «¿Nos habría visto ella desde la distancia?» me pregunté.
– ¿Qué hora es? – preguntó Carmen.
– La hora de que comamos algo – dijo Patri. – Por eso esperaba que volvierais. Tengo hambre.
– ¿Qué queréis hacer? – pregunté.
– ¿Compramos algo en el chiringuito y lo traemos para comer aquí? – sugirió Patricia.
– Me parece bien. Cogemos unos bocatas y unas bebidas. – confirmé.
– De acuerdo – aceptó Carmen.
– Vale, voy a ver qué tienen – dijo Patri levantándose y cogiendo la cartera de su bolsa.
– Te acompaño para ayudarte a traer las cosas – le dije cogiendo también mi cartera.
– Yo me quedo haciendo guardia – dijo Carmen tumbándose en la toalla visiblemente relajada.
– ¿Vas a ir así? – le pregunté a Patri viendo que no hacía amago de coger su vestido o la parte de arriba del bikini.
– Sí, claro. Si el chiringuito está en el paseo – dijo como si fuera obvio.
Caminé junto a mi amiga rumbo a la caseta para comprar la comida. Aunque es cierto que está en el paseo que hay junto a la playa supongo que tengo asociada en la cabeza la idea de que en la arena está bien hacer topless pero una vez que se pisa asfalto hay que taparse. Estaba claro que Patricia no pensaba lo mismo.
Tuvimos que hacer unos minutos de cola ya que no éramos los únicos que habíamos tenido la misma idea. Noté que varios chicos se quedaban mirándole las tetas a mi amiga pero ella lo ignoraba por completo. Realmente no le daba ninguna importancia o estaba demasiado acostumbrada a las miradas pese a sus diecinueve años.
Cuando por fin nos atendieron el jovencito del chiringuito se quedó con los ojos fijos en los pechos de mi amiga. Habría supuesto que trabajando en una playa debería estar acostumbrado a ver chicas en topless pero parecía que no era muy habitual que fueran a comprar con las tetas al aire. Pedimos un bocadillo de tortilla para cada uno, una bolsa de patatas y unos refrescos. Nos sacó todo y cuando Patricia le entregó el dinero para pagar le dijo que le invitaba a las bebidas.
– Qué raro que nos inviten a algo – le dije mientras volvíamos a las toallas.
– Es por ir con las tetas al aire – dijo como si fuera algo habitual.
– ¿En serio? – pregunté sorprendido.
– A veces pasa, como que se sienten necesitados de hacerlo por estar viéndolas.
– No lo hubiera imaginado.
– Me parece una tontería. Me las ven todos los de la playa, no me voy a tapar para que no me las vea el del chiringuito. Si está bien enseñarlas en la arena no veo por qué es vergonzoso hacerlo unos metros hacia el interior. Y si quiere invitarme por haberle alegrado un rato pues no voy a decir que no.
– No dejas de sorprenderme – dije asombrado.
– Le dais demasiada importancia al desnudo y al sexo pero os empezáis a soltar – me dijo con un guiño la joven estudiante de medicina.
Volvimos a las toallas y le dimos a Carmen su bocadillo. Estuvimos comiendo y charlando tranquilamente mientras disfrutábamos del sol. Las vacaciones estaban comenzando de forma inmejorable y era la primera vez en muchos años que me sentía tan contento. Parecía increíble que apenas un par de días antes estuviera encerrado en una oficina agobiado por el trabajo.
Cuando el sol comenzó a perder fuerza decidimos que era buen momento para volvernos al hotel. Fuimos a las duchas un momento para quitarnos la arena que habíamos acumulado a lo largo del día y regresamos a las toallas para recoger. Patricia le devolvió el bikini a Carmen y se los pusieron volviendo a taparse las tetas tras tantas horas con ellas al aire. Terminamos de vestimos y recogimos nuestras cosas.
De vuelta en la habitación nos cambiamos de ropa para salir un rato por la noche. Yo cogí unos calzoncillos y unos vaqueros de la maleta y una camisa de manga corta del armario. Me metí al baño para cambiarme, no por pudor ya que las dos chicas se sabían mi polla de memoria sino por dejarlas un poco de intimidad. A carmen obviamente le daría igual que la viera cambiándose y Patricia creo que tampoco le daría importancia, total ya la había visto prácticamente desnuda y me demostraba en cada ocasión lo abierta que era para esos temas. Pero por si acaso tampoco iba a tentar a la suerte.
Al salir las dos chicas ya se habían vestido. La joven estudiante como siempre con un atuendo que mostraba bastante piel. Patricia iba con un top blanco de tirantes muy escotado y unos de esos pantalones vaqueros que no llegan más allá del culo. Mi novia había abandonado por una vez su ropa más informal y llevaba una camiseta azul suelta que le cubría solo un hombro mientras que el otro le caía por el brazo dejando a la vista el tirante de un sujetador negro que descendía hasta perderse dentro del escote. Los pantalones eran largos pero finos y de color crema.
Esperé un rato sentado en la cama mientras Patricia entraba al baño a maquillarse y cuando estuvo lista nos bajamos a los salones del hotel. Picamos algo en la terraza que tienen junto a la piscina para disfrutar de que el calor estaba empezando a descender y estuvimos hablando acerca de qué podríamos hacer los próximos días, qué sitios podríamos visitar y si había alguna playa que alguno quisiera ir que no fuera la más cercana al hotel.
Tras un rato nos levantamos de la terraza y nos metimos al bar del hotel que ya empezaba a tener algo de ambiente. Nos sentamos en unos sillones de cuero que había en una de las esquinas y nos pedimos unos cubatas para acompañar la charla nocturna. Carmen y yo estábamos recostados en el mismo sillón haciéndonos carantoñas de vez en cuando mientras Patricia tenía una butaca para ella sola y se dedicaba a observar el local revisando la clientela que había. Aparte de las parejas maduras había algún que otro grupo de chicos jóvenes que como nosotros parecían que se habían venido unos días de vacaciones.
Cuando Patricia fue a por el tercer cubata se quedó hablando en la barra con un chico jovencito que sería aproximadamente de su edad. Carmen y yo comentamos que el chico se la estaba comiendo con la mirada ya que se notaba que le costaba evitar bajar la vista para mirar el escote de nuestra amiga. Patricia se acercó un momento para avisarnos que no la esperáramos y se volvió para seguir hablando con el chaval.
– Parece que Patri ha ligado – comenté.
– Sí, Patricia Stinson en acción – respondió Carmen.
– ¿Qué te apetece hacer? ¿Otra? – pregunté viendo el vaso vacío de mi novia.
– Mejor subimos a la habitación creo que Patricia va a tardar – contestó con un guiño.
Apuré mi bebida y agarrando a Carmen del brazo salimos del bar hacia los ascensores del hotel. Mientras esperábamos a que se abrieran las puertas fijé mi mirada en el hombro desnudo de mi novia y seguí la línea del tirante del sujetador que se perdía debajo de la camiseta.
– ¿Echas de menos verlas? – me preguntó Carmen dándose cuenta dónde estaba mirando.
– Es fácil acostumbrarse a que las tengas al aire todo el día – me justifiqué mientras agarraba el cuello de su camiseta y lo separaba un poco para poder mirar por el escote. Pude ver sobresaliendo sus dos grandes tetas bien apretadas por el sujetador negro
– Ya ves que siguen estando ahí – me dijo entre risas quitando mi mano y entrando al ascensor.
Una vez que se cerraron las puertas y el ascensor comenzó a subir observé cómo Carmen me miraba con picardía y se metía de repente una mano a través del escote. Al principio pensaba que simplemente me estaba provocando tocándose una teta hasta que vi que al sacar su mano llevaba el pecho agarrado. Carmen lo soltó y se quedó ahí en el ascensor con una de sus pesadas tetas al aire por fuera de la camiseta, el pezón ligeramente endurecido en medio de su oscura areola.
– ¿Ca.. Carmen? – pregunté incrédulo por lo que estaba viendo.
– ¿No era lo que querías? ¿Que las llevara al aire?
– Joder, qué morbo. Pero como haya alguien en el pasillo te va a pillar – advertí dándome cuenta de que el ascensor estaba llegando a nuestra planta.
Me puse delante de Carmen mientras se abrían las puertas del ascensor. Me ponía bastante lo que estaba haciendo pero me daba apuro que de repente hubiera gente por el pasillo y la viera así que intenté taparla estando yo delante. Al abrirse las puertas no había nadie esperando y antes de que me diera cuenta mi novia ya había salido del ascensor y estaba yendo hacia la habitación con una de sus tetas al aire. La seguí mientras ella caminaba de espaldas para dejarme ver su pecho desnudo hasta que llegamos a la habitación. Abrí la puerta con la tarjeta y nos metimos dentro.
Apenas habíamos cerrado la puerta y yo me abalancé sobre el pecho que tenía sacado y comencé a chupárselo. Mi lengua recorría en círculos su pezón notando su dureza mientras alternaba con besos por toda la teta.
– Ya veo que te ha gustado – me dijo Carmen entre suspiros.
– Me ha puesto mogollón – confesé.
– A ver cuánto – me retó.
Me desabroché los pantalones y dejé que cayeran al suelo. En mis calzoncillos se marcaba perfectamente la dureza que me había provocado la exhibición de Carmen. Me los quité también y le mostré mi miembro apuntándola completamente horizontal.
– Parece que has conseguido una buena espada – me dijo apretándola hacia abajo y soltándola de forma que mi polla saltaba hasta recuperar su posición horizontal.
– Es por tu brujería.
– ¿Ah, sí?
– Ya ves que agrandas y mueves cosas sin tocarlas.
– Es que tengo dos joyas que son la fuente de todo mi poder – dijo señalándose las tetas.
– Tendré que atacarlas con mi espada – le sugerí.
– A ver qué puedes hacer – me retó quitándose la camiseta y quedándose solo con el sujetador llevando una teta fuera y la otra tapada.
Nos movimos a la cama y tras tocarle un poco el pecho que llevaba fuera le agarré el otro y se lo saqué del sujetador. Comencé a darle golpecitos en ellos con mi polla endurecida y viendo cómo se movían con cada contacto.
– Siente el poder de mi espada – le dije mientras seguía dándole pollazos.
– Ahora verás uno de los múltiples usos de mis gemas de poder – contestó Carmen.
Mi novia dejó caer saliva entre sus tetas y se acercó a mí cubriendo mi miembro con sus enormes tesoros. Mi polla quedaba completamente oculta por sus pechos e inmediatamente se apretó las tetas y empezó un movimiento rítmico arriba y abajo con ellas. Mi pene se deslizaba gracias a la saliva y sentía la suavidad de la carne blanda y el calor de ese par de maravillas que me vuelven loco.
– ¡Oh no! ¡Es superefectivo! – exclamé entre suspiros de placer.
– Parece que la espada de Borja es débil a los ataques de tetas – dijo Carmen.
– Borja entero es débil a las tetas – admití entre risas.
Tras unos minutos recibiendo el masaje de las tetazas de mi novia cambiamos y mientras yo sacaba los condones ella se quitaba los pantalones y las bragas. Agarré a Carmen de las piernas y metí la cabeza entre ellas comenzando a lamer su clítoris y esos labios que hoy solo había podido acariciar. Se notaba que ella también se había excitado con todo lo que había hecho porque ya estaba bastante mojada y no necesitó que hiciera mucho para estar preparada para recibirme.
Carmen me colocó el preservativo con facilidad y la penetré sujetando mi pene con una mano. Después comencé mis movimientos de vaivén mientras con una mano le frotaba el clítoris y sentía el cosquilleo del triangulito de vello de su pubis. Miraba alternativamente a su coño para ver cómo entraba y salía mi polla y a sus tetas que se movían espectaculares con cada una de mis embestidas y que ella masajeaba y pellizcaba entre gritos de placer.
Aprovechamos la intimidad para gritar lo que no habíamos podido en nuestros dos respectivos orgasmos en público. Mi novia no tardó en correrse, parecía que todo el morbo de la exhibición la había dejado apunto y es bastante sensible a que le frote el clítoris mientras la estoy penetrando. Sus contracciones apretaron mi polla dentro de ella mientras observaba esa inconfundible mirada que se le pone cuando está teniendo un orgasmo. Unos minutos después me tocó a mí y descargué todo mi semen mientras permanecía dentro de ella. Agotado la saqué y me tumbé quitándome el preservativo que estaba repleto de líquido blanco.
– Te has vaciado por completo – me dijo Carmen viendo el contenido del condón.
– Tus locuras que me han puesto muy cachondo – me sinceré.
– Lo que provoca el sacarse una teta – me dijo riéndose.
– La que provoca eres tú. Vaya morbo tienes – le dije dándole un beso en los labios.
Tiramos el condón a la papelera del cuarto de baño y nos aseamos un poco. Después nos metimos a la cama dispuestos a dormir agotados después del primer día de vacaciones.
– Buenas noches – me despedí dándole otro beso antes de apagar la luz.
– Buenas noches, pervertido – me contestó ella.
Caí dormido enseguida. El sexo antes de acostarse es una de las mejores soluciones contra el insomnio. Además, el mad**gón para coger el vuelo y todas las experiencias del día me habían dejado bastante cansado. Estaba en ese momento en el que se confunde sueño con realidad cuando me pareció escuchar voces. Al final venció la realidad y me desperté abriendo los ojos. Escuchaba a Carmen y Patricia hablar y cuando enfoqué sobre la cama de la joven estudiante comprobé que movía la mano frenéticamente en su entrepierna. Tras un momento de incredulidad me di cuenta que aunque no podía ver nada desde mi posición, la chica estaba desnuda y masturbándose.
– ¿Qué ocurre? – pregunté.
– Perdona Borja, no quería despertaros – se disculpó Patricia sin dejar de tocarse.
– La pobre Patri, que no le ha salido el ligue como esperaba – me explicó Carmen que ya debía haber estado hablando con ella.
– ¿Y eso? ¿Te ha dejado con las ganas? – me interesé.
– Peor. Todo iba bien y nos empezamos a enrollar y a meter mano así que acabamos en uno de los baños para echar un polvo – empezó a contarnos nuestra amiga. – Pero el niñato se ha corrido tras apenas metérmela un par de veces y se ha largado directamente dejándome ahí sin preocuparse de corresponderme.
– Joder, ¿pero cómo hay gente así? – me indigné. Probablemente no sea el mejor amante del mundo pero si me corro antes de que mi pareja tenga un orgasmo sé que hay que intentar como sea que ella disfrute también.
– Ya ves, sobretodo típico de aquellos que se educan viendo porno. Que cuando se corre el tío se acaba la escena – dijo Patricia. – Así que aquí estoy masturbándome como una adolescente para quitarme el calentón.
– Si lo necesitas te dejo la polla de Borja – ofreció Carmen.
– ¿Que qué? – pregunté incrédulo.
– Pues no me importaría si a ti te parece bien, me he quedado con ganas de tener algo dentro – aceptó Patricia.
– Venga Borja, hazle un favor a tu amiga – me pidió Carmen.
– ¿Me lo estás diciendo en serio? – pregunté aturdido. Debía estar soñando todavía.
– Que sí, venga. Pobre Patri – me dijo Carmen mirándome completamente en serio.
Me levanté de la cama y me acerqué a la de Patricia. Mi amiga estaba tumbada boca arriba completamente desnuda. Observé por primera vez su coño, la única parte de su cuerpo que me quedaba por contemplar. Llevaba el pubis completamente depilado y sus dedos frotaban un coñito rosadito y que brillaba por la humedad de sus flujos. Se la notaba que estaba completamente cachonda.
– Con calzoncillos poco vas a hacer – me dijo Patri.
– Ah, perdón. Estoy un poco confundido aun – me disculpé.
Me bajé los calzoncillos, la única prenda que usaba para dormir, y me quedé completamente desnudo a los pies de la cama de mi amiga. Con el pene flácido. No sé si era el surrealismo de la situación o que hacía apenas una hora que me había corrido con Carmen pero no se me empalmaba pese a estar viendo a mi amiga masturbarse desnuda.
– Creo que tengo un problema técnico – confesé señalándome el pene.
– No recuerdo si te la había visto alguna vez así – me dijo Patricia divertida.
– Puedes tocarle las tetas si lo necesitas – me dio permiso Carmen.
– ¿Cómo que las tetas? – pregunté incrédulo.
– Ay, cómo eres.
Carmen se levantó de la cama y agarrándome las manos las colocó sobre los pechos de nuestra amiga. Sentí sus medianas tetas sobre las palmas de mi mano y me vi obligado a apretárselas ante la presión que hacía mi novia. Sus tetas eran más duras que las de Carmen y un poco más firmes. Cuando mi chica vio que ya no forcejeaba y que se las estaba acariciando por mi propia voluntad me soltó las manos y me acarició los testículos.
Estar sintiendo las tetas de otra chica mientras mi novia me acariciaba provocó que eso finalmente despertara y empecé a tener una erección. Cuando se me puso completamente dura mi novia me colocó un condón y me invitó una vez más a que me follara a nuestra amiga. Volví a preguntar con la mirada si estaba segura de esto y ella me la devolvió con un adelante.
Me coloqué delante de mi amiga que me esperaba completamente abierta y le introduje mi miembro que se deslizó con asombrosa facilidad. La joven estudiante de medicina estaba completamente mojada y un sonido de chof chof inundó la habitación con cada una de mis embestidas. Sus tetas no se movían tanto como las de Carmen cuando la penetraba pero sus gritos eran más agudos y continuados. No sé si serían reales pero me hacía sentir como si fuera lo mejor que le habían hecho nunca. Patricia tenía los ojos cerrados y su melena rubia estaba extendida por la almohada. Miré a mi novia que nos observaba tranquilamente mientras me follaba a nuestra amiga como si simplemente le estuviera dando un masaje.
El coño de Patri era más estrecho que el de Carmen y sentía cómo me apretaba más la polla al penetrarla. Ella parecía disfrutar la sensación de ser llenada por mí y me apremiaba a que no parara mientras se frotaba el clítoris. Mi amiga ya debía estar apunto de correrse cuando nos despertó con sus manualidades porque al poco de estar follándola tuvo su primer orgasmo. Continué metiéndosela cuando noté que se detenían sus contracciones. Aunque yo estaba disfrutando me sentía aun un poco cortado con la situación y no me atrevía a tocar demasiado a Patricia por si mi novia cambiaba de idea y se enfadaba. «Yo solo estoy aquí proporcionando un servicio» parecía querer indicar.
Los gemidos de mi amiga me indicaron que había alcanzado su segundo orgasmo y yo empecé a sentir que se me acababa la resistencia.
– Patri, me voy a correr en breve – advertí.
– Córrete sobre mis tetas – me pidió.
– Eh, claro. Como quieras – acepté.
Me salí de ella y quitándome el preservativo me coloqué sobre ella con la polla apuntando a sus tetas mientras me masturbaba para terminar de llegar al orgasmo. Sus pezones estaban completamente endurecidos y destacaban como montañitas en sus areolas rosadas. Después de haberme pasado el día viéndole las tetas quien me iba a decir que se las iba a llenar de leche. Carmen se acercó a ayudarme y empezó a masajearme la base del pene y los testículos mientras yo me masturbaba sobre nuestra amiga. Finalmente sentí la punzada que indicaba que ya era imposible detener la eyaculación y un chorrito de semen salió disparado sobre los pechos de Patricia. Apenas unas gotas salieron después de ese chorro pero nada más. Claramente estaba vacío con las dos corridas del día porque esa tercera apenas había tenido cantidad.
– Creo que te has quedado sin munición – dijo Carmen al ver que no eyaculaba más.
– Sí, me habéis exprimido demasiado – me quejé en broma.
– Bueno, otro día me echas más – me dijo Patricia extendiéndose el semen por las tetas como si fuera crema protectora. – Gracias por los orgasmos me hacían falta.
– Eh, de nada – contesté. Era la primera vez que nadie me agradecía por haberla follado.
– Misión cumplida, campeón – me dijo mi novia dándome un puñetazo cariñoso.
Patricia se salió de la cama y se metió al baño para limpiarse todos los fluidos que tenía por su cuerpo. Carmen y yo nos volvimos a nuestra cama para intentar volver a dormir una vez satisfecha nuestra amiga.
– ¿Lo has disfrutado? – me preguntó Carmen.
– Sí claro, ¿pero de verdad no te m*****a? – contesté temiendo que fuera una pregunta trampa.
– Es Patricia. Tenemos confianza y ya ves que para el sexo es muy natural.
– ¿Y…? ¿Y tú quieres hacerlo con otros? – pregunté temiendo que luego me pidiera lo mismo a cambio.
– ¿Qué? No, para nada. Esto no es una relación abierta – me aclaró. – Ni yo me voy a acostar con otros ni tú con otras chicas. Pero Patricia es diferente.
– Vale, vale. Perdona, es que nunca me había pasado nada así – me justifiqué.
– Achieve unlocked, entonces – me dijo con una de sus típicas sonrisas.
– De la máxima dificultad además – le dije agarrándola las tetas suavemente.
– ¿Y esto? ¿Crees que te has ganado un premio por el esfuerzo realizado? – me preguntó.
– Solo quería comparar, después de haber tocado las de Patri. Me gustan más las tuyas – me apresuré a aclarar.
– Mas te vale, pervertido – me dijo riéndose. – Venga, vamos a dormir que mañana tenemos muchas cosas que hacer.
– Sí, me encanta cómo empiezan estas vacaciones.
– No me extraña.
– Por cierto, Carmen. Que si Patri no cuenta y eso. Bueno, que si tú quieres, también puedes, ya sabes – dije de pronto.
– Pues claro que puedo. Igualdad de condiciones – me dijo como si fuera obvio. – No sabes nada, pervertido – añadió.
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