Ella o El (1)
Después de cuatro horas de quirófano, estaba reventado y el turno se me estaba haciendo eterno. Marta ya hacía rato que había terminado su ronda en la planta de pediatría. Hacía unos meses que mantenía una relación con ella y de vez en cuando nos escapábamos por los rincones del hospital para follar como locos. Cosa que me encantaba.
Precisamente estaba recordando la última vez que lo hicimos cuando entró Fran en la sala:
¦ Fue una operación complicada¦ dijo Fran, mientras se servía una taza de café.
Fran llegó al hospital hacía unos meses. Era un joven algo reservado, pero un gran profesional y un buen amigo.
¦ Sí, bastante, por suerte todo salió bien¦le contesté sin pensar demasiado en mi respuesta.
¦ ¿En qué andarás pensando? ¦me dijo Fran con tono sarcástico y acompañando sus palabras con unas risitas.
¦ Ya sabes en que estoy pensado… en las increíbles curvas de Marta¦contesté con la vista perdida.
¦ ¿Y tú que tal andas de ligues?. Últimamente no me cuentas nada de tus conquistas o será que por fin sentaste la cabeza¦ pregunté a Fran intentando cambiar de tema.
Fran se sentó muy cerca de mí y me miró fijamente mientras respondía a mi interrogatorio:
¦ No hay ninguna nueva conquista. Estoy enamorado de alguien con quien no puedo estar y no soy capaz de pensar en nadie más¦. Su tono tan serio me dejó sin palabras. Era cierto que siempre había sido muy reservado con los temas de faldas pero en ésta ocasión me picó la curiosidad por saber de aquella mujer que le había robado el corazón.
¦ Vaya, no tenía ni idea. Nunca sueles hablar de esos temas. ¿Puedo preguntarte quién es ella, por qué es un amor imposible?¦ la verdad era que su silencio me hizo pensar en mil opciones, sin esperar su respuesta, quizás se tratase de una mujer casada. Estaba muy intrigado.
¦ No le des más vueltas, es un amor no correspondido y además tiene pareja. No hay nada que hacer.
¦ ¡Ni siquiera lo has intentado!. Eso no es propio de tí¦le dije a Fran, casi indignado. Al menos deberías intentarlo. Decirle lo que sientes. No puedes saber como va a reaccionar. Si yo fuera tú iría a buscarla me plantaría delante y la besaría sin pensar en las consecuencias.
Dos segundos después, tenía los labios de Fran pegados a los míos y su lengua ahondando en el interior de mi boca. No fui capaz de reaccionar. Quería apartarlo, pero mi cuerpo se quedó inmóvil.
¦ Perdona, si te he m*****ado¦dijo Fran tras despegarse de mí¦ No he hecho mas que lo que me aconsejaste. No tienes que decir nada: Sé que estás muy bien con Marta y que no te atraen los hombres y mucho menos, yo. Pero tenías razón, merecía la pena intentarlo.
Le había dejado besarme y no sabía si aquello me había gustado, aunque el bulto que escondía mi pantalón decía todo lo contrario.
Fran abandonó la sala y yo me quedé solo, con mi erección y mil pensamientos rondándome por la cabeza.
¦ ¡No, no, noooo!. ¡Es imposible! Mi cuerpo me había jugado una mala pasada, no había podido reaccionar porque me pilló desprevenido y la erección fue, fue, un acto reflejo. Fran no me podía excitar, ni un simple beso, y mucho menos viniendo de un hombre. ¡No, simplemente no! ¦ me repetía una y otra vez.
Lo mejor para olvidar aquel incidente eran unas cervezas y una buena sesión de sexo con Marta, que por cierto, estaba esperándome. Me pasearía por su cálida piel para sentir sus senos en mi boca, perderme entre sus piernas comiéndola sin dejar de sacar mis dedos de su sexo, mientras la escucho excitarse más y más, para después penetrarla sin cesar.
Me fui al bar que hay cerca de casa y pedí mi primera cerveza. Tras una hora, sentado en aquel garito, mi cabeza no dejaba de darle vueltas a lo sucedido con Fran pero yo tenía muy clara mi inclinación sexual y que estaba loco por Marta. Decidí tomarme otra cerveza más y salir de allí derecho a las faldas de mi enfermerita.
Salí del bar y comencé a andar¦no quise coger el coche, no estaba muy seguro de cuantas cervezas me había tomado¦. El camino se me estaba haciendo más largo de lo normal, parecía que nunca iba a llegar, así que apresuré mis pasos dando zancadas más largas y medio ahogado por fin… llegué.
Toqué a la puerta y me recibió con una sonrisa. No hicieron falta palabras. Fue mirarnos y mi polla creció poniéndose dura. La clara evidencia abultada en mi pantalón. Todo sucedió muy rápido, un deseo incontrolable se apoderó de mí. Me lancé a sus brazos y correteamos por el pasillo. Nos quitamos la ropa y me cogió el paquete masajeándolo con sus manos, consiguiendo de mí una gran excitación. Sin dejar de besarnos y acariciarnos llegamos hasta la cama. Nos tiramos en ella y nos tocamos, con ansias infinitas, con largos paseos por nuestros cuerpos. Nos comimos mutuamente, su boca no dejaba de comer de mi miembro. Estaba como loco, la pasión me cegada, sentía un deseo incontrolado y la lujuria se apoderó de mí. Penetré con fuerza, sintiendo unas intensas contracciones. Tal fue el placer que me estaba produciendo la penetración que no pude contener el estallido de mi orgasmo y mi semen salió disparado, al compás de los gemidos y gritos producidos por el placer que ambos acabábamos de sentir.
Al día siguiente mi cabeza me iba a estallar. Tenía agujetas por todo el cuerpo¦ni recuerdo como llegué al hospital¦. Iba a pasar consulta muy temprano y era incapaz de recordar nada de la noche anterior¦ evidentemente, debí beber más de lo que pensaba¦. Solo quería tomarme un café bien cargado, un par de aspirinas y esperar que la mañana pasara lo antes posible.
De camino al despacho me crucé con Fran, solo nos miramos, no nos dirigimos ni una sola palabra. Entonces fue cuando Marta me asaltó en el pasillo y comenzó a gritarme muy furiosa. No podía entender lo que decía, tenía a Fran como espectador al otro lado del pasillo y a Marta avasallándome a preguntas. En ese momento mi cabeza volvió a funcionar¦sus palabras pusieron en movimiento el mecanismo de mi mente¦ y una pregunta fue la que se encargó de recordármelo todo:
¦ ¿Dónde diablos te metiste ayer?… me pasé toda la noche esperándote.