La despedida de Lola
Era Febrero, un mes terrible para ir de despedida de soltera. El atuendo, el frío, el ambiente… nada acompañaba para que la fiesta pudiera ser algo divertida. Pero Luisa tenía que acudir, era la fiesta de su cuñada Lola, la mayor de las tres hermanas menores de su marido Luis. Aunque se moría de ganas por ir de fiesta y recordar esas juergas pasadas, esas fiestas con su grupo de amigas. No iba a ser lo mismo, eso estaba claro, sus amigas tenían mucha más clase, o al menos eso pensaban ellas, se creían superiores al resto, siempre con su ropa de marca y bien maquilladas, aunque no dejaban de ser un grupo de despojos de otras pandillas a las que les gustaba maquillarse y vestirse bien con el único propósito de emborracharse y comerse un buen rabo.
Como era habitual, las amigas de la novia lo habían organizado todo. Eso incluía la vestimenta, habían de ir de negro para que destacase el broche de color rosa confeccionado para la ocasión. Luisa empezó a prepararse a las 6 de la tarde, por delante, dos horas de ducha, tratamientos faciales, esmalte para las uñas, peinado… todo para lucirse ante las jóvenes amigas de su cuñada, ella tenía que ser la más guapa.
A las 19:30 estaba casi lista, solo faltaba la ropa. Salió del baño con un culotte blanco de encaje que se perdía dentro de grandes, carnosas y pálidas nalgas, la goma que rodeaba su cintura presionaba con fuerza sus amplias caderas, y las transparencias de delante, dejaban entre ver la raja de su abultada vagina. Arriba, el sujetador balconette talla 95C comprado esa misma mañana a juego con la parte de abajo, amagaba sus blancos pechos del que solo destacaban unos pequeños rosados pezones.
Luis estaba a lo suyo, hacía como que estaba haciendo unas facturas en el ordenador del despacho, aunque en realidad solo se preparaba para una noche de paja archivando vídeos porno de una web para poder disfrutarlos en su noche a solas. Pese a tener una diosa griega en casa, su libido había desaparecido, ya no le atraía su esposa, y el sentimiento era mutuo. El matrimonio estaba muerto desde hacía tiempo. Aunque él siempre alardeaba de su gran capacidad para follar y la caliente vida sexual que no mantenían. Luisa solo le seguía el rollo para complacer a su marido y ser la típica esposa consumida por el aburrimiento.
– Te marchas?- dijo Juan observando a su esposa embutida en pantalón negro ajustado
– Sí cariño, y no me esperes despierto. Ya sabes que el autobús no llegará hasta las 8 de la mañana – apunto Luisa – espero no aburrirme demasiado.
– Tranquila, cariño. Intenta disfrutar – dijo Luis
Abrió la puerta y salió disimulando las ganas de marcha y sexo que la inundaban, al fin al cabo ya no sabía salir sin acabar la noche con las piernas abiertas una buena polla empujándole las entrañas, bien fuese de su ahora impotente maridito o cualquier borracho que se le cruzara en su camino a última hora de la noche.
Al llegar al restaurante de la cena, se encontró con una jauría de niñatas entusiasmadas por fingir ser las mejores amigas de la novia. La típica actitud de veinteañera pija que aborda sus primeras despedidas de soltera y que acaban durmiendo en el bus aparcado en el parking de la discoteca de moda. Pero ella se sentía superior, a sus 37 años ya había pasado por eso, afrontaba con otra perspectiva estos eventos. Aunque aquellas chiquillas eran todas preciosas y poseían unos cuerpos bien tonificados, sabía que ella tenía lo que un buen macho anhela, una cara bonita, unos pechos un poco maduros pero bien puestos, un culo generoso que atraía muchas miradas, pero sobre todo esa actitud de ser superior ante las mujeres pero de niña inocente e ignorante ante los hombres. Era ese tipo de mujer consciente del poder de una mirada caída y una sonrisa lasciva podía provocar en un hombre.
Las amigas de la novia planearon cada minuto de la fiesta. Cogerían un autobús hasta la ciudad, una vez allí cenarían en local repleto de grupos de despedidas. Más tarde acudirían a una discoteca donde les invitarían a unas botellas de cava. Para terminar sobre las 6:00 en el autobús que les traería a casa cansadas e impregnadas por el sudor y las babas de todo aquel que intentara acercarse. Pero Luisa tenía otros planes.
Durante la cena todo transcurrió con normalidad. Una cena más bien escasa, acompañada por abundante sangría y piropos desde las mesas de grupos masculinos. Pese haber algún que otro ejemplar digno de un buen polvo, no era el momento ni el lugar. Había demasiada gente conocida, además de la familia de Luis, que aunque les tenía mucha confianza, no para que se enterasen de lo zorra que era su cuñada. Pasada la cena, el ambiente estaba un poco caldeado, los piropos de las mesas contiguas y el alcohol hicieron que Luisa se desinhibirá un poco, que si una miradita alguno por aquí, un roce al pasar por allá,… sin embargo la cosa quedo ahí, aunque la bestia ya había despertado y estaba hambrienta.
Se levantaron de la mesa unas cuantas compañeras y gritaron:
– Venga chicas!!! Nos vamos a la discoteca!!!!
– Bieeennnnn!!! – aclamó la masa deseosa de bachata y reggaetón
Subieron al autobús que las condujo hasta una discoteca no demasiado alejada de la ciudad.
Era la hora de llevar el plan acabo.
Llegaron al parking de la discoteca y todas salieron de él en dirección a la puerta. Al poco rato de entrar, Luisa enfilo el camino al baño para así poder escabullirse de ese antro y poder campar a sus anchas. Aún no había hecho ni tres pasos cuando alguien la cogió del brazo:
– A donde vas? – dijo la voz gritando
Era su cuñada la menor
– Voy al baño – contesto Luisa
– No puedes irte. Aguanta un poco. Le hemos preparado un striptease a mi hermana. No te lo puedes perder
Los ojos se le pusieron como platos. Por fin algo de provecho en esta reunión de jóvenes marujas.
Desfilaron todas juntas hacia una puerta situada junto a la barra. Allí un escenario vacío con una silla en el centro las esperaba. Detrás de ellas un vigilante cerró la puerta y se dirigió al escenario para avisar al artista de la llegada de su público. Seguidamente las luces se cerraron y un grito unánime y entusiasmado se apodero de la sala. Un hombre negro vestido de militar se abrió pasó entre las cortinas al ritmo de la música. El tío mediría 1,90 , tenía una espalda amplia y un torso y brazo musculados, una autentica bestia empotradora. Las chicas nerviosas, aplaudían y reían al tiempo que formaban un circulo alrededor del macho que bailaba y se contoneaba ya abajo del escenario, cual tiburón escudriñando entre un banco de peces en busca de su primera presa. Luisa era consciente de ello y, aunque deseosa de poder palpar este ejemplar de macho, debía ser precavida y evitar ser la primera en dejarse sobar por el negro. No habían pasado ni 30 segundos y el stripper ya había enfilado la primera víctima, una compañera de trabajo de la novia entradita en carnes que, nerviosa, apenas pudo desabrochar la camisa del bailarín. Él bailaba y contoneaba su culo contra la rolliza jovencita. La música seguía su ritmo mientras el macho se paseaba entre el mar de ropas negras, y entonces ella vio su oportunidad, miro al negro a los ojos y lo enfiló, como el torero cuando se planta delante toro que sale rabioso a “Porta gayola”. Él se percató de la predisposición de la hembra y se acercó a ella con decisión. Delante de ella paró en seco su contoneo, quedándose estático a escasos centímetros de su cuerpo. Su pecho untado en aceite brillaba y un enorme paquete se intuía detrás del pantalón. Luisa se relamía reprimida consciente de la comprometida compañía que le rodeaba, pero al mismo tiempo tranquila por el contexto del mismo, sabiendo que podía disfrutar del momento sin que transcendiera en absoluto su deseo por ser usada por un buen macho.
– ¿Quieres arrancarme el pantalón? – le susurro
– Bueno – balbuceo inocente
Acto seguido, el stripper cogió sus manos y las puso en su cintura, para que agarrase la gima del pantalón y tirase de ella con fuerza. Las ganas, los nervios o la confusión, hizo que Luisa agarrara también la goma del tanga que el muchacho llevaba debajo, y al él asentir para que tirase con fuerza, arrancase pantalón y tanga todo de una tacada, dejando al amigo desnudo de cintura para abajo. Una mezcla de vergüenza y calentura la invadió. Por fin tenía delante lo que buscaba y anhelaba. El chaval tenía un pollón descomunal, mediría al menos 22 cm pero lo que realmente destacaba era su grosor. Parecía un potro al que están a punto de emparejar. Luisa sintió como su vagina se abría y mojaba la tela. Su estómago estaba encogido y su boca salivaba, el corazón le latía al mil. Nunca había visto algo tan grande, imaginaba ese dios de ébano empujando sus entrañas con esa verga, como abriría sus carnes a cada embestida, como sería sentir el peso de un macho de ese calibre empujándola contra el colchón, sus brazos rodeando esa espalda forjada a base de horas de gimnasio arqueándose con cada movimiento, pero lo que más loca la volvía era pensar en su impotente maridito viéndola con tremendo semental .
Tan solo habían pasado unos segundos que para ella parecieron horas. De repente el hombre tapó sus vergüenzas y esbozó una leve sonrisa mientras la miraba.
– Ten un poco de paciencia, que ya me lo quito yo solito – le dijo el moreno
– Disculpa ha sido sin querer – espetó mientras las demás chicas se reían.
El show continuo como debía, un par de bailes a las asistentes con un baile especial a la novia que solo hizo que taparse la cara avergonzada, nada, todo muy normal y educado. Pero Luis estaba aún en shock no esperaba tal accidente y aún menos topar con una verga de semejante tamaño, los pensamientos la invadían, y el deseo por tener el sexo ya le invadía por completo. El espectáculo terminó y era hora de huir de ese antro y llevar su plan a cabo…