El culo de Miriam
Hacía bastante tiempo que Ana y yo no teníamos noticias de Miriam; esa sensual perra bisexual que nos volaba la cabeza a mi mujercita y a mí, cada vez que estábamos en una cama…
Hasta que una tarde me llamó a la oficina. La perra me dijo que no se animaba a hablar con Anita; pero que, de todas maneras, tenía ganas de tener una buena verga enterrada en su culo y por eso había pensado que yo podría satisfacer su calentura.
Mi verga se puso en atención cuando comencé a hablar con ella. Al terminar la llamada, estaba casi por acabar, sin tocarme; solo por escuchar a esa mujer…
Al salir de la oficina fui directo a su casa. Me había dicho que dejaría la puerta de entrada abierta y que me esperaría en su habitación.
La encontré allí en su cama, tumbada boca abajo y vestida solamente con tacos altos. Me sonrió y yo me desnudé.
Trepé a la cama y me puse de rodillas encima de sus largas y sensuales piernas. Mi verga ya hinchada se apoyaba entre sus muslos abiertos.
Comencé a masajear su cola, con una mano acariciando cada una de sus redondas y firmes cachas. Mi pija se irguió del todo…
Le apliqué un par de azotes leves; para que sonaran solamente, sin que le dolieran demasiado. Miriam gimió suavemente…
Continué masajeando sus hermosos glúteos con mis dedos. Ella siguió gimiendo y relajándose. Ahora ronroneaba despacio como una gata.
Tomé una almohada y la puse debajo de su pelvis; para que ese tremendo culo quedara elevado en el aire. Me incliné y besé esas hermosas cachas, mientras Miriam suspiraba. Le pasé la lengua y le di unos leves mordiscos, mientras ella trataba de retorcer sus caderas. La piel se le erizó y continuó gimiendo con suavidad.
Deslicé mi lengua por toda su raja y llegué hasta su estrecha entrada trasera. Ya estaba un poco lubricada con algún aceite.
Le pregunté si eso era lo que ella quería y asintió con su cabeza, sin dejar de suspirar. Me suplicó que no me detuviera…
Presioné mi lengua contra esa apretada abertura y la mojé con saliva. La desparramé bien con mi lengua, mientras Miriam gemía ahora con más intensidad, moviendo sus caderas y echando su culo hacia atrás, al encuentro de mi boca hambrienta.
Comenzó a gemir y a suplicar por más…
Separé sus firmes nalgas y hundí mi lengua en ese pequeño orificio. Ella giró la cabeza para mirarme, ya sin dejar de gemir, de jadear, de retorcerse.
Su voz temblaba al preguntarme qué le estaba haciendo. Yo ya estaba dispuesto a cogerle el culo con mi lengua; pero Miriam me pidió que lo hiciera más profundo; así que entonces le metí un dedo hasta el fondo.
Ella se revolvió, pero sin tratar de escapar. Jadeaba, sollozaba de placer, gemía y hasta daba unos chillidos agudos; sintiendo mis dos dedos explorando su recto.
De pronto cambió su ritmo de respiración y sus jadeos. Entonces pude ver que su mano por debajo buscaba su concha empapada. Se frotó el clítoris, mientras yo le cogía el culo con mis dedos.
De repente giró su cabeza y me pidió que le cogiera el culo, pero con mi verga. Que la empalara a fondo y que no le tuviera piedad.
Miriam estaba totalmente sacada. Hice que elevara su cola un poco más y la abracé por la cintura, dejando que su cara transfigurada de placer quedara escondida sobre las sábanas. Ahora podía ver su culo dilatado, palpitante, esperando por mi verga.
Me apoyé con una mano en la cadera de esa terrible perra y dirigí la punta de mi pija con la otra; apuntando directo a ese apretado orificio anal. La ubiqué y empujé un poco, ahora aferrando sus caderas con ambas manos,
La entrada cedió con facilidad, ya que estaba lo suficientemente dilatada por la excitación y el trabajo de mis dedos allí.
Miriam aulló de dolor; pero yo hice caso omiso de sus gritos y seguí empujando. Pronto vencí la poca resistencia de su apretado esfínter y, con dos embestidas brutales, me empalé en ese culo hasta el fondo…
Comencé a bombear despacio, mientras Miriam deliraba y me pedía más. Ella continuaba pajeándose, mientras mi verga entraba y salía de su ano.
Ella comenzó a jadear como una perra viciosa, empujando su culo contra mi verga, para clavársela todavía más profundo.
Gritó que ya no le dolía y entonces incrementé mi ritmo de bombeo, que se volvió casi frenético. Ese culo me volvía loco.
De repente Miriam gritó que estaba a punto de acabar y eso aceleró mi calentura.
Estallamos los dos juntos. Me vacié dentro de su culo, aferrado a sus suaves caderas y ella tembló de manera descontrolada, con sus dedos sin separarse de su inflamado clítoris.
Exhaustos y sin poder hablar, me dejé caer sobre su espalda transpirada; aparté sus cabellos y besé su cuello.
Miriam giró su cabeza y sonrió relajada, agradeciéndome semejante enculada.
Al llegar a casa, Ana ya sabía cada detalle de lo sucedido; así que, me sonrió cínicamente y me dijo que; por el resto de la semana, yo iba a tener que arreglarme a pura paja…